DE LA BURKA A LA LUZ (Capítulo 3, parte 1)

LA CITA (Capítulo 3, parte 1)

Por fin llegó la hora. Teresa se sentía muy nerviosa, se miraba al espejo una y otra vez buscando cualquier cosa fuera de lugar. De momento recordó:

— ¡No he comprado nada para llevarle al ingeniero!, que por cierto ni siquiera sé cuál es su nombre. ¡Que distraída, yo no suelo ser así! Pero esa mirada suya tan penetrante, ¡Me ha puesto tan nerviosa!

Inmediatamente tomó su bolso y salió a toda prisa en busca de algún presente. Los alrededores del hotel eran un placer para el turista. Sus bellos jardines se llenaban de deliciosos aromas a esas horas de la noche. Fue recién en ese momento que empezó a disfrutar de la ciudad, a poner sus cinco sentidos en el deleite de estar en un lugar tan hermoso, apartado para el turista. Sin duda ella era una hermosa mujer, porque las miradas de los caballeros la seguían al caminar. Además tenía muy buen gusto a la hora de elegir sus atuendos. Finalmente encontró un lugar donde comprar un delicioso vino espumoso.

—Deme el mejor que tenga— Le pidió al joven del mostrador. — Que sea uno francés, un Don Pérignon, y por favor envuélvalo con algo elegante- Acto seguido salió camino al hotel mirando su reloj. —Esta vez no llegaré tarde.

Al entrar, él ya la estaba esperando. Elegantemente vestido. Se veía diferente, más formal, muy elegante. Tanto como lo estaba por la mañana, pero ésta vez tenía un “no sé qué”. Sus ojos brillaban por la emoción de verla; “tan hermosa e inteligente, como ingenua e inocente”. Pensaba. Inmediatamente que la vio entrar, fue a su encuentro y ofreciéndole su brazo, la condujo al restaurante del hotel.

— ¡Señorita Gaga! Pensaba que sería imposible verla más bella. Pero ésta noche ha llegado tan hermosa, que mis rosas se sentirían intimidadas.

—Por favor ingeniero, se ha propuesto Ud. ruborizarme cada vez que me ve. ¡Y por cierto que no sé cuál es su nombre!

—Farid. Ese es mi nombre. Y… veo que ha llegado Ud. con algo en las manos…

— ¡Ah! Perdón, sí, es un presente para Ud. espero que le guste. —Contestó ella mientras le entregaba la botella de vino.

El joven galán se quedó mudo por unos segundos, sin saber que decir, buscando en su mente algún argumento que no ofendiera a su linda acompañante. Ella notó su inquietud y pregunto: — ¿He dicho o hecho algo que le turbe? Si es así, discúlpeme por favor, ha sido sin intención.

—No, no. Estaba pensando cómo explicarle, sin ofenderla, que soy musulmán, y… no tomamos vino.

Teresa volvió a ruborizarse, y cuando sintió la temperatura elevarse ligeramente en sus mejillas, rio tímidamente y moviendo la cabeza de lado a lado, volvió a pedir disculpas. —Soy un completo fracaso. Debí investigar antes de comprarla. No sé ya, de qué manera reparar tantas faltas.

— ¡Ja, ja, ja! —Se carcajeó él, sintiéndose divertido y apenado al mismo tiempo—No hay problema— Le dijo cariñosa y amablemente— vayamos a sentarnos. He reservado la mejor mesa de todas— Y Farid señaló hacia una de ellas especialmente decorada para su amiga médica, en un lugar apartado para personajes importantes.

La mujer no salía de su asombro, ella había notado la educación del caballero, la delicadeza con la que escogía cada detalle, el esmerado trato que le dispensaba, y ahora todo esto. Pero… ¿en que terminaría todo? Inmediatamente quiso sacudirse esos pensamientos y se determinó a disfrutar del momento, ya después vería como terminaría aquello.

A cada minuto, le mostraba un detalle tras otro. Estaba ella embelesada con el hombre; su manera tan fina de hablar, su inteligencia, porte, masculinidad. Se sintió atrapada y arrastrada hacia un imán.

La cena transcurrió entre risas, y suculentos platillos. Conociéndose ambos, al compás de las suaves melodías turcas que servían como marco perfecto para una primera cita. Al fondo algunos hombres en posición firmes, parecían estar al pendiente de cualquier gesto de él.

Tomando el menú, él le preguntó

— ¿Qué es lo que apetece comer?

—Creo que hoy pediré caracoles, ¿qué es lo que pedirá Ud.?

—Yo pediré taramasaleta.

— ¿Y qué es eso? – preguntó ella con aire inocente.

—Es una combinación de verduras y hueva de pescado. ¿Y qué pedirá de tomar? — pregunto nuevamente él.

—Lo mismo que tome Ud.

—Yo tomare agua con limón y hierbabuena, una infusión deliciosa, para mi gusto.

—Bueno… la probaré.

Y así conversaban, mientras el mesero traía los deliciosos platos.

—Y a todo esto señorita Gaga, ¿cuál es su verdadero nombre? —Preguntó olvidando que ella ya lo había mencionado durante la conferencia.

—Teresa —dijo ella tratando de evadir la mirada directa de él, fingiendo mirar nuevamente el menú.

— ¡Ah! Habría asegurado que tendría el nombre de alguna flor. Y…. cambiando un poco el tema… ¿también Ud. estaba aquí para una exposición?

—Dijo bien; estaba. No sé qué pasará ahora, mis superiores no se han comunicado conmigo todavía. Espero que me den otra oportunidad. Y…bueno, ya basta de hablar sólo de mí. Lo único que sé de Ud. es que se llama Farid y que es musulmán. ¡Ah bueno!, y que es ingeniero. La verdad es que estaba tan nerviosa que no me fije de qué estaba hablando Ud.

— ¿Por qué no nos tuteamos? Somos jóvenes, y se nos oye muy ceremonioso hablándonos con tanta seriedad. Y sí… pues, soy ingeniero automotriz, con especialización en motores a gasolina. Justamente después de aquí debo ir a Alemania y luego a Italia para exponer mi proyecto a una importante firma.

Continuará el próximo miercoles...

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