¿Los hombres no tienen derecho a cansarse? | Reflexiones

¿En cuáles términos hablamos de igualdad al construir los roles de género?

Por eventos cotidianos que me han hecho pensar mucho más en esto que de costumbre, surgió la necesidad de ordenar un poco estas ideas sueltas, y a propósito del día de la mujer, me parece una buena coincidencia.

Es común creer que el machismo y sexismo son maneras de pensar, percibir y comportarse sólo practicadas por los hombres, ejemplo clásico de esto es el piropeo callejero morboso del cual las mujeres somos objeto cotidiano. Sin duda vivimos en una sociedad en la que la mujer por muchísimo tiempo no sólo ha sido invisibilizada (en la lengua misma, tanto en la academia como en la cotidianidad) sino también subordinada al hombre (definir la identidad de las mujeres en base a su filiación: la esposa de, la hija de, la hermana de), y es a través de los distintos procesos sociales que han tomado lugar en la historia que las mujeres hemos tomado consciencia de esto.

¿Pero son los hombres los únicos responsables de que esto haya sido o siga siendo así?

¡No!

Judith Butler explica que los roles de género se construyen desde sus prácticas discursivas; es sólo en la práctica en la cual nos identificamos, legitimamos y establecemos relaciones diferenciales en base a las características que se han construido y asignado socialmente sobre cada género en base a su sexo biológico.
Las mujeres también reproducimos y practicamos conductas diferenciales en base al sexo-género, desde la crianza y en el contexto familiar, así como en las relaciones de pareja (heterosexuales especialmente) y en las demás relaciones, amistosas o de simple contacto cotidiano con desconocidos, se percibe desde los
dichos cotidianos:
“Los hombres no lloran / ¿Vas a llorar como una niña?”
“Las niñas se sientan con las piernas cerradas”
“Las niñas no hacen eso / Eso es de maricones”
“Tienes que comportante como un hombre”
“Las mujeres son delicadas”

La diferencia y tengo que aceptarlo como mujer, es que nos aprovechamos de algunas de esas características atribuidas y no innatas como la delicadeza y la debilidad en relación a los hombres.
Constantemente en el Metro de Caracas (donde paso al menos una hora por día) observo que cuando un puesto se desocupa y un hombre se sienta, si hay mujeres a su alrededor, tanto las mujeres como hombres
lo suelen ver mal, desaprobando el mero hecho de sentarse en vez de ceder el puesto ¡incluso cuando los hombres son mayores y las mujeres más jovenes! Y me he encontrado a mi misma en esa conducta.
Es que acaso,
¿Los hombres no se cansan?
¿No tienen derecho a descansar?
¿Cuál es la condición que nos hace (a las mujeres) merecernos más un
puesto que a los hombres?

Especialmente si es una mujer mucho más joven que un hombre, ¿un hombre de 60 años no tiene el mismo derecho de sentarse sin ser juzgado, al igual que una mujer de 40 años o igualmente de 60 años?
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En este caso considero la edad un determinante biológico puesto que el cuerpo con el paso del tiempo pierde resistencia (al menos que se entrene y cuide manteniendo una buena condición física), y también estoy consciente de que hay condiciones de índole biológicas relacionadas directamente con las hormonas sexuales, el desarrollo de masa muscular y la resistencia, que también pueden ser determinantes al momento de saber quiénes se cansan más rápido, si hombres o mujeres.
La delicadeza del asunto radica en que es considerablemente subjetivo e individual; nadie conoce las cargas del desconocido de al lado, el estrés acumulado, los descansos, las jornadas laborales, los recorridos diarios... Todos son distintos, esto a su vez hace que las condiciones físicas sean diferentes, y más si se toma en cuenta los cambios en la alimentación de los cuáles nos hemos visto afectados una inmensa parte de la población, pero más allá de las individualidades específicas, estan presentes las generalidades de género, y es sobre
esto donde finalmente vuelvo: si vamos a hablar de una relación más equitativa entre hombres y mujeres, debemos comenzar por entender y aceptar que también reproducimos y somos parte de estas maneras de
pensar(nos) y comportarnos y que más allá de tratar de querer cambiarlo en otros, mientras nosotrxs seguimos repitiendo las mismas conductas, se trata de hacerlo consciente desde nuestra posición y tratar de cambiarlo desde nuestras propias acciones (si así lo queremos), aún cuando eso implique que podemos perder la oportunidad de sentarnos en el metro, porque el cansancio (como tantas cosas más en la vida) no tiene sexo ni género.

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Fotografías tomadas con un VTELCA V8200+

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