“Dios proteja a todo aquel que deja su destino en un solo juego…”
Saludos Steemianos. La suerte marca a muchos hombres, empeñando su existencia. Los juegos son parte de ellos. En muchos casos nadie gana. A continuación, el texto para su consideración y comentarios.
No podía faltar esa tarde una bebida refrescante, que por cierto, para los malpensados no es licor, más bien se trataba de una deliciosa agua de coco que el señor Francisco bajó esa mañana de los cocoteros ubicados a las orillas del lago.
Llegamos al tinglado de Doña Felipa para jugar una partida de dominó.
Sobre este juego, somos amateurs, pero hemos desarrollado una habilidad innata, mostramos la capacidad de vencer a los mejores jugadores de la zona.
Cada quien, toma su puesto alrededor de la mesa. En esa oportunidad Malavé me tocó de compañero; él es el menos diestro, pero lo suficiente como para ganarles a Carlos y Hugo, acérrimos contrincantes de los sábados y domingos.
La mesa maltratada se muestra con un tope de lana verdoso, muy pálido. En cada esquina un hoyo perfecto para albergar los vasos o botellas distribuidas por Felipa.
-jajajajajaja- ella nos mira y sigue riéndose cuando discutimos. Eso muestra que disfruta de nuestras presencias.
Al iniciar la partida, volteamos la caja de madera sobre la mesa. Caen las fichas. Se revuelven ágilmente, chocando los diminutos rectángulos fabricado con huesos, perfectamente elaborados.
En ese momento, se produce la decisión más loca de nuestras vidas. Apostamos al juego final. Nos miramos. Discutimos en voz baja. Se puso el ambiente tenso y fue allí, cuando entendí que lo peor estaba por pasar.
Dimos inicio a la jugada, con tal seriedad, que hasta Felipa nos miraba con asombro. Presumía que algo malo ocurriría.
Las fichas posaban frente a cada jugador. Siete para cada uno. Convirtiéndonos en soldados presto a la batalla recién invocada.
Sale la doble sena. En ese momento, el azar y la intuición se apoderaron de las mentes. Cada uno, analizó sus opciones para su próxima jugada
Las fichas van encontrándose tras un golpe certero sobre la madera, buscaban sus pares.
Desde lo lejos, Felipa continuaba observándonos. El juego proseguía. Un contrincante se cree usar su mejor jugada, pero un revés inesperado, lo hace pasar. Tomamos ventaja. Ahora la ficha victoriosa tomó su lugar en el juego.
Fui el ejecutor de tan brillante decisión. Hemos sido coronados, no hay escapatoria, no hay nada más, que hacer.
Los perdedores saben que sus destinos han sido marcados. Recuerdo esos rostros de horror. Ni las lágrimas, ni el griterío de Felipa, lograron aplacar y detener el veredicto.
Dos disparos retumbaron el lugar. Todo podría pender de un hilo, pero en ocasiones puede cortarse en un juego, donde la regla es entregar lo único que realmente tenemos: la vida.
Desde la penitenciaría, sentado miro a los otros. Ellos juegan sus partidas de dominó.
Estoy aquí recordando el rostro de Felipa. La huida espantosa de Malavé. Los ojos desorbitados de Carlos y Hugo, sus cuerpos tirados en el suelo.
Arrepentido todos los días. Con miedo, espero mi sentencia a muerte.
El juego final, también lo he perdido…
“God protects any that one that leaves its destination in only one game …”
Greetings Steemianos. The luck marks many men, pawning its existence. The games are a part of them. In many cases nobody wins. Next, the text for its consideration and comments.
A refreshing drink could not be missing this evening, that certainly, for the evil-minded ones it is not a liquor, rather it was a question of a delightful coconut milk that Mister Francisco lowered this morning of the coconut palms located to the shores of the lake.
We come to the platform of Mrs Felipa to play a dominoes game.
On this game, we are amateurs, but we have developed an innate skill, show the aptitude to conquer the best players of the area.
Every who, its position takes about the table. In this opportunity Malavé it touched me of partner; he is the least skillful, but the sufficient thing as to win Carlos and Hugo, staunch Saturdays opponents and Sundays.
The battered table appears with a greenish, very pale woolen ceiling. In every corner a perfect hole to lodge the glasses or bottles distributed by Felipa.
-“jajajajajaja” - she looks at us and keeps on laughing when we discuss. That shows that he enjoys our presences.
On having initiated the game, we turn the wooden box over on the table. The cards fall down. They are stirred promptly, shocking the tiny rectangles made with bones, perfectly prepared.
In this moment, the craziest decision of our lives takes place. We bet on the final game. We look. We discuss softly. The tense ambience put itself and it was there, when I understood that the worst thing was still to happen.
We gave beginning to the move, with such a seriousness, that even Felipa was looking at us wonderingly. It was presuming that slightly bad it would happen.
The cards were posing opposite to every player. Seven for each one. Turning into soldiers I am big enough to the newly invoked battle.
Salt the double senna. In this moment, the hazard and the intuition took possession of the minds. Each one, he analyzed its options for its next move
The cards go being after an accurate blow on the wood, they were looking for its pairs.
From the background, Felipa kept on observing us. The game was continuing. An opponent believes to use its best move, but an unexpected reverse, makes it happen. We take advantage. Now the victorious card took its place in the game.
I was the executor of so brilliant decision. We have been crowned, there is no way out, there is nothing more, to do.
The losers know that its destinations have been marked. I remember these horror faces. Neither the tears, nor the uproar of Felipa, they managed to appease and stop the verdict.
Two shots resounded the place. Everything might hang of a thread, but sometimes it can be cut in a game, where the rule is to deliver the only thing that really we have: the life.
From the penitentiary, seated I look at others. They play its dominoes games.
I remember here the Felipa face. The frightful Malavé flight. The exhorbitant eyes of Carlos and Hugo, its bodies thrown in the soil.
Penitent every day. Fearfully, I hope for my judgment for death.
The final game, also I have lost it …