Renaciendo del fuego

Chispas desprendía todo su cuerpo y las llamas comenzaron a rodearlo.

Sonrió como lo haría cualquier persona justo después de perder la razón.

Como diría el Joker solo hace falta un mal día para sumir al hombre más cuerdo del mundo en la locura. Reía y lloraba al mismo tiempo, por fin todo tenía sentido.

Las ascuas se resistían a consumirlo del todo, se arremolinaban a su alrededor besándole la piel haciéndola también suya, pero es por todos conocida la envidia del fuego que nunca tiene suficiente, ni tampoco se sacia del todo.

Su garganta dejo de emitir ruido y el mundo se conformó con un falso silencio solo perturbado por el movimiento de las ascuas y las pequeñas explosiones de algunas combustiones.

El fuego sorprendido se elevó como una columna hacia el cielo, una sombra en su interior la atravesó y se mantuvo en lo más alto.

Unas cenizas yacían en el suelo que junto a la realidad habían ardido, dos alas de fuego se impusieron en el cielo eclipsando al sol y proclamaron el cielo como suyo.



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