En el museo

Durante toda mi vida, la historia y los objetos antiguos me habían fascinado considerablemente, por lo que la mayor parte del tiempo, me la pasaba leyendo sobre antiguas culturas y sus tradiciones. El estilo de vida de las personas de otras épocas me resultaba un tema muy interesante y poder visitar los museos, contemplar diversos ornamentos y herramientas, era para mí una gran aventura.

En cada cultura y en cada época, existían muchas historias que quedaban grabadas en los objetos, de modo que siempre que visitaba un museo, sentía que era una oportunidad para aprender más.

Me gustaba particularmente la cultura de los indígenas; sin embargo, debido a su gran reserva y desconfianza, era complicado poder saber más sobre su pasado y sus tradiciones. Lo poco que logré conocer lo encontré en libros y en mitos y leyendas contados por los pobladores más viejos de la ciudad.

Considerando que esto limitaba la investigación y que mi curiosidad crecía grandemente, tomé la decisión de acudir al museo de arte antropológico en búsqueda de respuestas.

Debido a que solo era un estudiante, no tenía acceso a toda la información que necesitaba, así que persuadiendo a la directora del sitio, la convencí de convertirme en el guardián del museo y vigilarlo por las noches. Dado que necesitaban un vigilante y que yo tenía conocimientos sobre el tema, el proceso no fue complicado.

En la primera semana pude aprender muchos sobre los Tacariguas y su vida, algunas de sus tradiciones y rituales sagrados.

Los objetos a mi cuidado eran totalmente asombrosos, en su mayoría vasijas de barro hechas a mano y diversas armas que usaban para cazar y protegerse de los enemigos; aunque también había huesos y cráneos que exhibían una morfología diferente a la nuestra, que correspondían a modificaciones realizadas en vida, en un ritual de iniciación o bienvenida.

Todo era increíble, luego de tanto buscar finalmente estaba encontrando respuestas a todas mis dudas y, mientras más investigaba, más atraído me sentía.

Ya en algunas ocasiones, visitantes me advirtieron sobre a leyenda de los indios y los extraños casos que sucedían dentro del museo, pero yo jamás había visto nada extraño por lo que debiera preocuparme, hasta ese día.

Al cerrar el museo, hice un recorrido por la zona de las armas, lo primero que noté fue que muchas de ellas ya no estaban, al igual que algunos huesos y elementos sagrados. De inmediato pensé en llamar a la policía, pero cuando me dirigí al cuarto de las cámaras, un grupo de indígenas me interceptó y me llevaron al centro del museo, donde sería parte de uno de sus rituales.

Dispuesto en un círculo, totalmente inmovilizado y sin poder defenderme, comprendí entonces que los huesos no eran antiguos.

Las imágenes están enlazadas a su fuente

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