El gran torneo

El verano finalmente llegaba y eso solo significaba una cosa, el campeonato anual de tirachinas estaba por realizarse. Ese año, a diferencia del resto, era muy especial, puesto que después de tanto tiempo, ya podía participar.

Recuerdo que desde que mi padre me llevó a los 5 años a un campeonato, siempre soñaba con el día en que pudiera participar, pero para ello debía tener al menos 10 años, y por supuesto, buena puntería. Así que desde entonces, me preparaba para ese glorioso día.

Con esfuerzo pude construir mi propio tirachinas y cada tarde, al salir de clase, practicaba en el patio con unas latas de refresco. Mi papá siempre lo decía, “Si quieres ser el mejor, entonces debes practicar”, por lo que yo me lo tomaba muy en serio.

Para mí no era un simple concurso, y es que el premio realmente no me importaba, lo único que yo quería era poder impresionarla.

Elizabeth era la niña más linda que había conocido en toda mi vida, incluso más que la señorita de la tienda y esas señoras con poca ropa que papá veía en algunas ocasiones en la TV.

Ella era simplemente maravillosa, sus ojos verdes me ponían muy nervioso y el olor de su cabello me recordaba al caramelo. Eli, como me gustaba llamarla, iba un año más avanzada que yo en la escuela, así que solo podía verla en la hora del almuerzo, cuando se sentaba con sus amigas en medio del parque.

En todo ese tiempo jamás me había atrevido a intentar nada por miedo a ser rechazado, pero desde que papá notó mi interés por ella, estuvo ayudándome a conquistarla. Me explicó que a las chicas debían de impresionarlas, y ya que a ella le gustaba ver a los jugadores en el campeonato, esta era una oportunidad perfecta para mí.

De modo que, apenas acabaron las clases y las inscripciones comenzaron, me encargué de hacerles saber a todos que este año finalmente participaría.

La competencia no era nada fácil, así que no podía confiarme y dejar todo a la suerte. Cuando llegó el día, me sentía bastante preparado y seguro, dado que en mis entrenamientos, no había fallado ni en una ocasión, por lo que las probabilidades de ganar eran altas.

Ese día me vestí con mi mejor ropa y me armé de valor, tenía una misión que cumplir.

El evento comenzó a las 8:00 am y aunque el día estaba fresco, se podía sentir la presión de la competencia. Yo conocía a los otros contrincantes y tenía claro lo bueno que eran, así que eso me hacía sentir nervioso.

Cuando comenzó la primera ronda ella apenas llegaba. Yo ya estaba por el 5to plato grande y a una distancia de 10 metros. Cuando la vi, intenté no perder la concentración mientras tiraba, pero ella estaba tan hermosa, que era muy difícil no hacerlo.

Al poco tiempo derribé todos los platos y eso me hizo sentir más seguro, pero aún me restaban 2 rondas más así que no podía cantar victoria.

Con 5 jugadores menos y 20 metros de distancia, la cosa ya comenzaba a complicarse. En esta ronda no podía permitirme fallar o sería eliminado inmediatamente. Ya solo quedábamos 4 tiradores.

Por suerte para mí, otro chico falló el plato y automáticamente los 3 restantes entramos en la ronda final. Podía ver en los ojos de Elizabeth lo mucho que yo le gustaba, pero todavía debía terminar una ronda para ser el ganador.

En esta última sólo estaban permitidos 5 tiros, así que agarré con fuerza mi tirachinas y me preparé para darle al plato, ya nada más me restaban 2 y seria el ganador. Entonces apunté y pensé en Elizabeth, en sus hermosos ojos verdes, solté la goma y esperé el sonido sordo del plato, pero lo que escuché fueron los gritos de terror de público.

Elizabeth estaba tendida en el suelo, su rostro bañado en sangre y sus hermosos ojos verdes apagados, ella jamás despertó.

Pese a que fue un accidente, nunca pude perdonármelo y me olvidé del campeonato para siempre.



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