Cri-Cri

Llegaste sin preguntar y sin pedirme permiso a invadir mi paz. Puedo jurar que desde el primer momento que noté tu maldita presencia he vivido atormentado, malhumorado y hasta obstinado. ¿Puedes acaso culparme?


No sabes cuánto te odié. Tú con tu desagradable voz chillona que penetraba mis oídos, creaste en mí un odio visceral hacia los tuyos. Y aunque eras invisible ante mis ojos, podía sentir cuándo estabas cerca; sin embargo, entendía que buscarte seria embarcarme en una empresa que no tendría éxito: sólo agotaría mis fuerzas y derrumbaría mi moral.


Entonces sintiéndote amo y señor, con la batalla ganada, se te ocurrió tomar la peor decisión. ¿De verdad pensaste que situarte a mi lado sería una buena idea? No, mi hermano, no lo era.


Jamás te metas en la casa de un hombre sin permiso y menos si te has ganado su desprecio. Jamás te pavonees por sus designios creyéndote el dueño, porque no saldrás impune. Esas son reglas que debiste aprender.


A lo largo de mi vida me he considerado una persona correcta, fiel a mis principios, que respeta la vida y es capaz de apreciar la belleza en la naturaleza del mismo modo que lo hace en una mujer. Pero tú, amigo mío, has sabido acabar con mi moralidad y mi paciencia. Lograste que se me aflojara un tornillo y ahora me he embarcado en este viaje sin retorno.


El falso triunfo te cegó y no desperdicié oportunidad para atacar. Sin pensarlo mucho acabe contigo. Ahora estas muerto y te diré: Jamás subestimes a tu enemigo y menos en la victoria



Imágenes de pixabay

Gracias por leer

al1.png

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now