Ciudad muerta
Yo asesiné a mi ciudad, ese fue el primer pensamiento tosco que surgió mientras caminaba por las calles, no lo hice intencionalmente, de repente cada momento se fue acumulando y no me apetecía tenerlos persiguiéndome por mi cerebro. Entonces no tuve más remedio que tomar un cuchillo para desangrar a las aceraras, a los árboles y a la multitud.
Odio el centro comercial que se ubica a dos cuadras de mi edificio, allí conocí a alguien, odio la plaza y reconocer tantos rostros, odio caminar a pagar alguna deuda y ver tu cara o sentir que podrías estar realmente cerca. Es así, la ciudad me grita en la piel, y yo le respondo que ya la he asesinado, debería dejar de acecharme, sin embargo, renace. No creo que sea algo intencional quizás a todos los ataque su ciudad dejándolos sin nervios y trasnochados.
Aun así, amo a mi ciudad, amo ver las flores naciendo en lugares impensados, amo a los rostros que conozco con los cuales me rio, amo esa melancolía, amo las borracheras y reuniones de por aquí o allá.
La ciudad muerta me rechaza y me toma, quizás sea mi temperamento tan emocional, pero las construcciones lo aceptan calladamente. Solo déjame llorar entre las sombras, balancearme al vacío y reír alocadamente.