Hablan y hablan, pero no llegan a un acuerdo.
Ni se imaginan cuánto se quieren. Incluso sin poder tocarse.
Incluso sin poder sentirse.
Siempre han confiado el uno del otro.
Cuando estaban cerca, creían en lo que le decían.
Ahora que están lejos, la mente hace su jugada.
Al no poder sentir de nuevo sus brazos, todo síntoma de confianza se esfuma.
Sales de casa. Te esfuerzas por intentarlo.
Él también lo hace. Se esfuerzan por verse.
Sin embargo, no le crees. Ni él a ti.
"Maldita distancia", dicen ambos para sus adentros.
Quieren al fin poder verse, reírse, tocarse, sentirse, amarse juntos.
A centímetros. A milimetros.
Es increíble lo moldeable que es la vida humana.
Como de un día a otro, todo cambia.
Como pasas de estar feliz con alguien, a verlo siempre;
a sentirte desdichada por no poder abrazarlo. Aunque sabes que es tuyo.
Peleas y reconciliaciones. Peleas y ganas.
Peleas y disgustos. Peleas y te quieros.
"Esta es una prueba", te dice.
"¿De quién? Si ni en Dios crees", le respondes.
"De mi amor por ti, cariño. Nos volveremos a ver", sentencia.
Lo añoras. No le perdonaras si te miente esta vez.
No te ha fallado hasta ahora, esperas que no sea esta la primera vez.
Tú lo ayudarás. No dejarás que luche solo.
Desde que iniciaron, dejaron de luchar solos.