Aquí les dejo un cuento para el disfrute del niño interior. Después de un tiempo de inactividad, les traigo esta monstruosa experiencia. Compartan con los chiquillos.
GELATINOSO, EL REY
Miguelito, el más pequeño de tres hermanos, después de estar jugando con sus legos, sintió en su pancita un gran deseo de dulce que lo dominaba, y como poseído, caminó hasta aquel templo cuyo interior se encontraba fuera de órbita (él no lo sabía).
El niño abrió la puerta de la nevera, se puso en puntas de pie, observó el feo panorama y enfocó su mirada en aquel cuerpo de colores transparentes y franjas blancas. Ambos se miraban como en un enfrentamiento, como en un duelo del Lejano Oeste. Miguelito estiró su mano izquierda lentamente hasta el fondo, como en cámara lenta, y con la derecha, se sostenía de la puerta, y en una esquina estaba él, Gelatinoso, preparándose para hacer su súper-mega-híper vibración letal para destruír a su contrincante. La mano de Miguelito se acercaba cada vez más. El monstruo ya casi alcanzaba su mayor fuerza de poder para atacar, cuando de pronto… la mano de Miguelito lo alcanzó y, sin piedad alguna… ¡Suás! Le arrancó un pedazo de su cuerpo con sus fuertes y firmes dientes de leche. Ese era el destino de El monstruo Gelatinoso.
Autor: Luis Roque
08-02-2018
Cuentos infantiles