Venezuela experimento socialista III

III
El mejor sueldo mínimo de América decía el lucifer criollo, la mejor red de salud del mundo y el mayor nivel a estudiantes por población del mundo, repetían los simples resonadores uniformados que un día leyeron un panfleto comunista; eso sí, ardorosos y amorosos admiradores de carniceros y dictadores. Panfletarios defensores de los derechos humanos y consumados violadores de los derechos de los demás. ¿Cómo se hace para pasar de tener cinco mil estudiantes en una universidad a decir que tienen más de doscientos cincuenta mil estudiantes en dos años? ¿De dónde sacaron a los profesores brillantes que dicen tener? ¿Dónde estaban y a qué se dedicaban antes? Cirujanos de programa de televisión, ingenieros de colosales paredes de dos metros, ardientes litigantes de infamias vengativas. Mentirosos de oficio, calumniadores por vocación, ineptos de profesión, resentidos de por vida. Socialismo real es no saber cómo hacer, no entender qué hacen los que saben hacer y destruir lo que otros hicieron. ¡Ejemplo para el mundo! ¿Resultado? El hombre nuevo. Un ser que sólo ve en el comienzo de las colas el final de sus dolores estomacales, la oportunidad de comer como la felicidad máxima y el agradecimiento por la migaja socialista.

Tan grande y tan inocente. Tan grande y tan pendejo o, en un mejor castellano, a estas alturas de la vida creyendo en pajaritos preñados. Un mundo mejor es posible cuando el laboratorio de experimentos sociales deje de ser una cámara de gases sólo mata gente y el experimento no sea socialista.

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