Foro: Pensar la ciudad desde la literatura. Parte 2 y final

Estimada gente de Steemit: he aquí la segunda parte de mi intervención en el foro Pensar la ciudad desde la literatura: Hacia una valoración patrimonial y ciudadana de Cumaná.
Para conocer los detalles de la actividad y leer la primera parte, pueden dirigirse al siguiente enlace.


≈≈≈≈≈≈●●●●≈≈≈≈≈≈

cumaná moderna.jpg

Fotografía de mi archivo personal

Se podría encontrar que la presencia del mar es una constante en los distintos autores de cualquier época, aunque ese mar signifique cosas distintas y tenga valores simbólicos diferentes para cada uno. Así, el mar puede ser metáfora del destino, camino de las aventuras, sitio privilegiado de los descubrimientos infantiles y juveniles, representación metonímica de la naturaleza en su grandiosidad; en realidad, ni más ni menos que lo que encontraremos en cualquier literatura escrita a la orilla del mar, cambiando circunstancias históricas o condiciones climáticas. Por ejemplo: en la literatura cumanesa es muy difícil que se escriba sobre huracanes o grandes tormentas, como en otros sitios del caribe, simplemente porque esos desastres naturales están muy lejos de nuestra experiencia cotidiana.

Abundan en nuestras letras representaciones de la ciudad. Elusivas, como en el caso de Ramos Sucre en su poema La ciudad:

Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo, encaminado al ocaso. Sus riberas, de árboles inmutables, vedaban la luz de un cielo dificultoso… La ciudad, agobiada por el tiempo y acogida a un recodo del continente, guardaba costumbres seculares. Contaba aguadores y mendigos, versados en proverbios y consejas.)

O esta otra en La vida del maldito:

Foto: Sergio González. Se publica bajo licencia CC. Fuente

No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad, mucho antes del término de mi juventud, retirándome a ésta, mi ciudad nativa, lejana del progreso, asentada en una comarca apática y neutral. Desde entonces no he dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus espaldas fluye un delgado río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento furioso, nacido de los montes áridos. La calle delantera, siempre desierta, suena a veces con el paso de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña etrusca.

Estas imágenes contrastan vivamente con las de Andrés Eloy Blanco, más directas y llenas de sentimiento nostálgico, que podemos leer en La casa de Abel, los poemas escritos luego del terremoto de 1929, y en los que el poeta ensaya una reconstrucción memoriosa de la ciudad abatida.

La ciudad está en Sucre y Sucre en ella;
casa y hombre tienen un solo camino
parado en la puerta.

Abel va caminando con su casa en los hombros
y es el viaje del caracol.

La órbita común los desovilla
en un solo destino de pista
en torno al mismo centro sideral de dolor

En poetas contemporáneos como José Malavé y Oswaldo Acevedo, por ejemplo, también están presentes las referencias al mar y a la ciudad. Creo, si no me equivoco, que son más frecuentes las menciones a la ciudad en el primero de los nombrados que en el segundo.

La ciudad, en los poemas de Malavé es una interlocutora muda a la que el poeta se dirige directamente; la depositaria de la subjetividad del poeta; una presencia amada reconocida en sus muros, en sus calles, sus aceras. En definitiva, una ciudad íntima.

Morada del salitre siempre vivo
Acabarás como simiente de ti misma
eco y sombra de tu propio destierro
O volverás a la noche de tus sueños
inundada de oleajes
y colmada por la lluvia
de los viejos astros fugaces

¿Esas coincidencias -el mar, la ciudad- otorgan derecho a establecer una línea de continuidad entre los poetas de comienzos del siglo XX y estos de comienzos del XXI? La respuesta puede ser tanto afirmativa como negativa, según como lo consideremos.

En primer lugar, los poetas contemporáneos dialogan con los más antiguos; los han leído, hasta cierto punto han crecido bajo su influencia que es no solo literaria, sino también anímica, espiritual. Pero en segundo lugar, por otro lado, también se han creado su propia biblioteca, su propia tradición literaria, que los aparta de esos maestros. Se han alimentado de otras autores: Walt Whitman, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Alfredo Silva Estrada, Paul Verhesen…, y en eso coinciden con poetas de su misma edad que no son cumaneses. Así que es posible que lo cumanés, después de todo, no sea tan específico.

Gustavo Luis Carrera Fuente

¿Y qué pasa con los narradores? Volvamos un poco atrás, a quien yo creo que es el más importante narrador que ha producido la ciudad de Cumaná: Gustavo Luis Carrera. Ya dije que nació en 1933. No dije que ganó tres veces el concurso de cuentos del diario El Nacional, ni que su novela de 1993, Salomón, es, una de las más relevantes de la literatura venezolana contemporánea. Y la novela más cumanesa de cuantas se hayan escrito en el último siglo y medio. Su autor nació en la ciudad, la historia de la novela transcurre en gran parte en Cumaná –también en Caracas, y en otras ciudades y pueblos, como Marigüitar y Tokyo-, su personaje principal es cumanés y está basado en un pesonaje real, Salomón Rivas, famoso vendedor de lotería de animalitos en el mercado municipal durante muchos años. Salomón recrea la vida de este personaje, enriqueciéndola.

Salomón, el personaje, es un pícaro, un fabuloso contador de historias de velorio y un hombre de pueblo. Es en el habla y en las referencias populares donde Salomón alcanza el punto máximo de su cumanidad, para decirlo de alguna manera y con perdón de los purista del idioma. Y para que vean que lo local, cuando está bien manejado, alcanza públicos más allá de la aldea, esta novela fue editada conjuntamente por la editorial venezolana Monte Ávila y la mexicana Fondo de Cultura Económica. Además obtuvo el premio Consejo Nacional de la Cultura de Narrativa y el premio Municipal de Literatura que entregaba la alcaldía de Caracas.

Salomón establece una topografía precisa de la ciudad de hace algunos años: sus personajes se mueven en el mercado, Puerto Sucre, el barrio las Palomas, Cantarrana y los montes cercanos a la ciudad.

Otra novela que se destaca es “La ciudad incandescente”, de Alejandro Padrón, mucho más reciente. Fue editada por la Universidad de Los Andes en 2012. “La ciudad incandescente” es la historia de un adolescente en la Cumaná de los años 50 con la dictadura perezjimenista como telón de fondo. Hay una reconstrucción notable del barrio San Francisco, el liceo Sucre, las calles alrededor de la plaza Bermúdez y las playas de San Luis, así como de los cielos, detalle interesante, porque es de esos estallidos de colores de los atardecer cumaneses de donde la novela toma su nombre. Es una novela de descubrimientos políticos y amorosos, y también una novela sobre la rebeldía juvenil.

Luis Aristimuño es otro autor que ha dedicado importantes páginas a narrar el espacio y los personajes de la ciudad, siempre con personajes de los estratos populares de la población, en sus dos libros de cuentos: Voces y La mirada del ángel, publicados en 1990 y 2005, respectivamente. En su novela de 2016, Los restos del Rey Zamuro, se aparta de este escenario para planear por el territorio nacional y el caribe.

Reinaldo Cardoza se pregunta dónde reside el valor excepcional de la literatura cumanesa y qué la hace digna de ser conservada y trasmitida a las futuras generaciones. Es una pregunta ambiciosa, que se puede responder de forma simple y corta, y de forma compleja y larga. Yo voy a elegir la primera opción porque no me siento capacitado para dar una respuesta verdaderamente compleja.

Entonces, la respuesta corta: la literatura cumanesa expresa a unos hombres y mujeres en el tiempo. Habla de sus alegrías, de sus mitos, de sus mentiras, de sus amores, de sus desgracias, de la alegría del nacimiento y del temor a la muerte. Lo hace de formas específicas que tal vez no sean sólo de ella (de la literatura cumanesa) pero que sin embargo también son de ella. Cada vez que leemos un poema o un cuento o una novela escrita aquí encontramos un pedazo de esta tierra y de quienes aquí vivimos y morimos. Yo creo que sólo por eso vale la pena que la leguemos a unos hipotéticos descendientes.

¿Es excepcional? Tanto como cualquier otra.

¿Puede la literatura escrita en esta ciudad contribuir a reparar el tejido social dañado por décadas de abandono físico, institucional y ético? Quiero suponer que sí, pero estoy convencido de que no es algo que se pueda planificar ni dirigir. La literatura -el arte, en general- actúa por vías misteriosas sobre las conciencias y el espíritu de las personas; incluso sobre eso que llamé tejido social dañado. Su acción es indirecta y lenta. Con suerte, una colectividad se reconocerá en sus escritores y encontrará en sus obras un reflejo de sí misma; un algo que los hará mirarse con más hondura, con más sabiduría, y entonces quizá pueda comenzar a restañar algunas heridas.


≈≈≈≈≈≈●●●●≈≈≈≈≈≈
GRACIAS POR SU VISITA. VUELVAN CUANDO QUIERAN.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center