Todos tenemos un ángel que nos cuida desde el cielo. Te lo dedico a ti, mi Lali hermosa.

Hace 10 años llegaba a casa, emocionada por contarte como me había ido en mis vacaciones y con ganas de decirte cuanto te extrañé los 7 días que estuve lejos de ti.

¿Lo recuerdas?

Te lo dije al oído ese mismo día mientras sentía tu respiración disminuir, porque a partir de ese momento, nunca más me hablaste.

En mi memoria está como si hubiese sido ayer. Llegué a la casa y estabas dormida, me pareció extraño porque eran ya las 9 de la mañana y tu acostumbrabas a levantarte siempre a las 6, pero se lo atribuí al cansancio que te provocaba el cáncer que te habían diagnosticado 2 años atrás.

Fui hasta la cama, te di un beso en la frente y me senté frente al tv a esperar que abrieras los ojos para contarte mis anécdotas y aventuras porque sé, que también eran las tuyas. Pero no despertaste, no te movías, mi tía llegó a preguntarte como querías la comida y nunca dijiste nada, respirabas débilmente.

El miedo se apoderó de todos, pensamos que era una crisis más y que nuevamente tocarían días difíciles, como las 2 anteriores. Pedimos apoyo, llamamos al doctor y él nos dio una noticia que esperábamos, pero para la cual no estábamos listos. "Doña Pancha está agonizando".

Sentí mi sangre helada, me puse pálida. Lalita ¿por qué? tenías que abrir los ojos, tenías que hablarme, estuve 7 días incomunicada sin poder decirte "Hola" o pedirte la bendición porque en el campamento nos prohibieron los celulares. En ese momento se quebró mi fortaleza y lloré. Lloré por no poder decirte que te amaba una vez más y viéndote a los ojos, lloré porque no quería que me dejaras, pero sobretodo lloré porque tristemente sabía que era lo mejor y que por fin dejarías de sufrir.

Esa madrugada, mientras todos estábamos a tu alrededor viendo como lentamente nos dejabas físicamente, me tomé mi momento para contarte como me había ido en los días que estuve sin ti, pero sobre todo te di las gracias por haberme educado con valores y buenas costumbres, por ser mi sostén y mi apoyo cada tarde al llegar del colegio durante 14 años, por enseñarme a hacer el mejor café del mundo y por enseñarme a ponerle empeño a la vida y desde cero.

Después de esas palabras, vi como una lágrima cayó de tus ojos, apretaste mi mano y luego ya no sentí más tu fuerza. Te habías ido y desde ese 9 de septiembre hasta ahora hemos intentado seguir adelante, pero nada volvió a ser igual.

Hace 10 años, te despedimos con la esperanza de volvernos a encontrar allá, en ese cielo hermoso en el que desde el primer día decidió Diosito acogerte. Fuiste y serás ejemplo de lucha y bondad para todos los que tuvimos la dicha de crecer bajo tu cuidado.

Te amo con todo mi corazón Lali. Cuídame siempre desde arriba.

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Foto tomada a mi bisabuela, un año antes de su fallecimiento.

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