El discreto enemigo


Fuente

La primera novela de Rubi Guerra, El discreto enemigo, fue publicada por Planeta en 2001. Como las anteriores obras del autor, esta no tuvo repercusiones mayores para la crítica nacional, salvo por la nota de Nelson González Leal (2002), quien afirma que se trata de una novela «cuyo fulgor [...] es como una especie de faro que nos guía a través de un gran espacio de silencio y abandono, de un universo de postergaciones y limitaciones, donde nos observamos como desvalidos y [...] nos asusta un poco». El discreto enemigo retrata una problemática muy común en los pueblos costeros del oriente venezolano: el tráfico de drogas; y tiene como protagonista a quien se podría considerar el personaje síntesis de toda su narrativa porque conjuga los valores del héroe decadente y fracasado: Medina (apreciación discutible si tomamos en cuenta la densidad psicológica y complejidad del Cónsul, protagonista de La tarea del testigo. Sin embargo, podría decirse, asimismo, que el Cónsul es un personaje episódico respecto de Medina, quien muestra un mayor despliegue en sus múltiples apariciones en el contexto global de la obra, y conjuga valores y modos de sentir y pensar de cuantiosa valía dentro de los postulados de la poética de Guerra).

Si hasta ahora los cuentos de Guerra habían circunscrito su interés al espacio de historias íntimas y personales, historias de transformaciones y descubrimientos individuales, esta novela abre el compás de su mirada hacia lo social y colectivo. La mirada de Medina –periodista fracasado que visita un pueblo de la costa y cifra sus pocas esperanzas en un artículo que debe escribir para promover el turismo en la zona– capta la realidad de manera crítica, develando así su funcionamiento enfermo y de descomposición progresiva, que afecta a todo el pueblo y sus habitantes, aunque éstos no hagan nada por cambiar la situación. La percepción que Medina tiene del colectivo y la que este a su vez transmite juegan un papel determinante en la trama y sus intrigas. La Laguna es un pueblo habitado por gente que se ha acostumbrado a convivir con el mal y la violencia, se han convertido en cómplices de quienes están a cargo del negocio de la droga. Complicidad y costumbre por conveniencia o por miedo, no lo sabemos. El gozne entre esta actitud colectiva del pueblo y la mirada de Medina y su propio sentir es el paisaje estéril y el mar enfermo, que a su vez es reflejo de la esterilidad emocional de Medina. El mar en la obra de Guerra es una imagen poderosa que recibe distintos tratamientos; es parte de una naturaleza informe ante la cual el hombre se siente insignificante, y puede ser correlato de su descubrimiento y redención o de su destrucción y fracaso.


Fuente

Hay distintas historias que recorren las páginas de El discreto enemigo, más allá de la trama principal: las que escribe el propio Medina acaso como una versión transmutada de la realidad que vive en La Laguna, las historias que cuenta Wilhem –el posadero alemán– de su vida antes de llegar a Venezuela, los cuentos de Rufino –el viejo que visita el protagonista– y los de Dimas –el cacique del pueblo–. Todas ellas nos hacen pensar en una construcción arquitectónica a base de desvíos literarios, en el modo en que los entiende Liliana Lara (s.f.); se trata, en efecto, de una estructura que prolifera en distintas direcciones, de desvíos que introducen al lector en un universo narrativo denso y complejo.

Separador.png

Si quieres leer los primeros posts de esta serie dedicada a la obra de Rubi Guerra, puedes hacerlo aquí, aquíy aquí.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center