Una desgana increíble se apodera de mi cuerpo, me mantengo inmóvil en la cama sin saber qué hora es, sin querer saberlo. Cierro los ojos y mis pensamientos vuelven a proyectarse como si de una película se tratase; incoherente, fragmentada, llena de escenas sin sentido pero idéntica a las de culto que de trasfondo tienen un gran significado.
Despierto. Ha anochecido de nuevo. Leo un mensaje en mi celular y sé lo que se avecina, aun así respondo. Comenzamos un diálogo entre ella y yo que tarde o temprano desencadenará un intercambio de porquería verbal; conocemos lo peor del otro y nos enfocamos en resaltarlo, sin intención de concientizar, lamiendo nuestras heridas, desgastándonos hasta que no quede nada por dentro, volviendo añicos nuestras almas endebles.
Ella dice algo denigrante de sí mientras yo reniego de ello colocándome por el piso, menospreciándome mucho más. Hemos vuelto a caer en el juego, salir de él es salir herido y lamentablemente todo acaba. Ella responde con algo peor e inevitablemente, sin saber cómo, empezamos a causarnos daño. Es mutuo, nadie queda exento de las consecuencias y no hay más culpables que la estima de ambos, causante de que sea adictiva y nociva cada conversación, cada maldita palabra que escribimos.
Al final alguno de los dos se aleja y esta vez he sido yo, lleno de cortes por doquier y sin ánimos de nada; pero sé que volveremos a hablarnos, siempre es lo mismo.
A pesar de haber dormido todo el día, mi cuerpo está exhausto al igual que mi mente, sin fuerzas, débil hasta el punto de hacerme sentir enfermo, creyendo perecer en este catre al lado de la miseria en cual me revuelco. Ocurre igual cada fin de semana; días de sueño y noches tortuosas, llenas de silencio y verdades que no me apetecen.
Enciendo la televisión y pongo cualquier serie o película sin interés alguno. Soy consciente de que hay cosas por atender, pero… tengo suficiente con la llegada del lunes, debo volver al trabajo cuando eso pasa. Ingreso a las redes sociales desde el teléfono, y sin percatarme, pierdo la noción del tiempo leyendo y compartiendo memes en Facebook. Mi estómago ruge y me dirijo a la cocina, en el trayecto notó por la ventana del departamento que está amaneciendo y otro domingo llega, similar al anterior, sin tener a donde ir para distraerme ni con quien pasarlo… y sin querer hacer mucho al respecto.
Dejé de estudiar hace tiempo, necesitaba dinero e independizarme, no me arrepiento de nada, estoy bien así, ahora puedo pagar la renta gracias a las buenas remuneraciones de la empresa. No necesito de ningún maldito libro o de un profesor estúpido que me hable de historia, cómo si me interesara saber lo ocurrido en mi país hace años. No tiene sentido. Preferí saltarme ese paso y comencé a trabajar sin rechistar. Graduado o no, cuando creces, es lo único que haces.