Recuerdo un río cristalino en el fondo de un valle verde, muy verde, y unos árboles con preciosas flores amarillas que nunca había visto y que, según me dijo mi hermana, se llamaban mimosas; recuerdo un monasterio que a mí me pareció una edificación misteriosa porque no me dejaron entrar; recuerdo las fotos que nos hicimos a la orilla del río y la tortilla que había hecho mi madre… Tenía por entonces unos seis o siete años, y es extraño que no haya vuelto. El próximo verano tengo una cita en el parque natural de las Batuecas, al sur de la provincia de Salamanca, en plena sierra de Francia.
Recientemente me fue encargada una ilustración para la portada de una comedia de Lope de Vega: La Batuecas del Duque de Alba, publicada por la Diputación de Salamanca, y con edición, introducción y notas de Jesús Majada y Antonio Merino. Reviví aquellos recuerdos de mi infancia y busqué una fotografía de uno de los lugares más fotografiados por los visitantes, un pequeño puente de piedra sobre el río Batuecas. A partir de ella pinté este acrílico, que tiene algunos detalles añadidos por mí y por mi evocación de aquel cauce exuberante.
