Ah…Oh eres tu Bruma, estúpida gata, cuantas veces te he dicho que no puedes molestarme mientras duermo, además, tengo las cobijas vuelta jirones por tu culpa. De todas formas, menos mal que lo hiciste, estaba teniendo una pesadilla de lo más espantosa. Por un momento pensé que desgarraban mi piel, tuve suerte de que solo fueran tus garras divirtiéndose con mi sabanas. Aun así, valla susto que me lleve. Tenías que verlo Bruma, era un ser horrible, brazos largos y envolventes, con afiladas garras en sus manos. Una cara sin rostro, con una boca llena de dientes de la cual emanaba un olor a muerte. Es espantoso el olor a muerte. Tenía un solo ojo en la base del cuello, pero solo bastaba con mirarlo para ver el infierno abrirse sobre ti. No importa cuánto corría, lograba alcanzarme con la misma facilidad con la que alcanzarías cualquier ratón. Pero lo más horrible es su voz, es lo que más recuerdo ahora. Abrió sus fauces y me dijo: