El Cielo (parte IV)

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EL CIELO IV

Dijo Jesús en Jn 17:20-24 “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”.

Dice Jn 14:3 “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Dice Jn 12:26 “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.

¿Qué cosas le asombran de ésta vida? ¿Un atardecer, una flor, la sonrisa o el nacimiento de un niño? A mí lo que más me asombra es el ciclo de floración de las plantas. ¿Cómo sabe el jazmín que tiene que florecer en el mes de Noviembre? ¿Quién le dice a la azalea que está terminando el mes de Julio y que tiene que vestirse de flor? ¿No le sorprende eso? En la segunda semana del mes de octubre se visten de gala las coloridas azucenas. Y esto sucede todos los años sin excepción. Démosle gloria al Creador de todas estas maravillas, nuestro Señor. Asombra la precisión con la que las plantas después de un año, florecen.

Pero hay otras cosas que sorprenden en esta vida. Ejemplo: Que Dios quiera que nosotros vayamos al cielo. Jesús le pidió al Padre, en su última oración antes de morir, que sus seguidores, sus hermanos, los creyentes, los discípulos, los cristianos, estén con Él dónde Él iba a estar, en el cielo con Él para siempre. Dice Jn 17:24 “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. Está hablando del cielo, les había hablado de que Él iba a partir y se iba ir al cielo; y le pide al Padre que sus seguidores, estén con Él en el cielo. Sorprendente que Dios nos quiera en el cielo.

Y no solo que lo desea, que lo anhela, sino que lo pide en oración.

Ahora, ¿Ud cree que las oraciones no son contestadas? Claro que lo son. Entonces hermano, alégrese, porque si ud es cristiano, cuando muera va a ir al cielo, porque fue un deseo, fue un anhelo y Jesús se lo pidió al Padre. Hermano, comencemos por honrar a Dios. Lo más sorprendente de esta vida, es que los creyentes al morir iremos a la misma presencia de Dios en los cielos. ¡¡¡Dele gloria a Dios!!!

Pedro no podía esperar ese momento para encontrarse con Jesús en el cielo, dice Jn 13:36-37 “Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿A dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después. 37 Le dijo Pedro: Señor, ¿Por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti”. Pedro está desesperado, quiere irse con Jesús al cielo y Jesús no se lo permite. Ahora, ¿Por qué Jesús no le permite a Pedro ir al cielo todavía? Porque Pedro tenía una misión que cumplir en la tierra.

Dios anhela y espera que nosotros vayamos al cielo, pero no antes de haber cumplido con el propósito, con la misión, con la tarea, que se nos encomendó aquí en la tierra. Nadie debería morir antes de tiempo sin antes haber concluido con la tarea, el propósito, la misión que Dios le encomendó. Pablo lo sabía muy bien, dice Hch 20:24 “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Dice Pablo que lo más importante es, que yo termine el trabajo que el Señor Jesús me dio. Mire lo que la Biblia dice acerca de David en Hch 13:36 “Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción”. ¿No le gustaría que su lápida, en el cementerio, diga algo parecido? Sirvamos a Dios hermano, sirvamos a nuestro Señor Jesucristo y a sus propósitos; y después vayamos al cielo. Pero no antes de haber concluido con la misión que Dios nos encomendó. ¿Está haciendo lo que Dios le pidió que hiciera acá en la tierra o está distraído y ha postergado su ministerio?

Ahora, hay algo más que sorprende aparte de que Dios quiere que estemos con Él allá en el cielo, y es que Dios quiere que estemos con Él por toda la eternidad. Jesús se hizo carne y murió en la cruz para llevarnos al cielo y lo hizo para que tuviéramos comunión eterna con Dios.

Pablo confirma esta verdad cuando habla del arrebatamiento de la iglesia, dice Pablo en 1ª Tes 4:17 “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Iremos al cielo, nos encontraremos con el Señor y estaremos con Él. Es decir que los cristianos vamos a ser recompensados en el cielo, permaneciendo con nuestro amado, por toda la eternidad.

Sea en el cielo presente o en el cielo eterno, el propósito siempre es el mismo, estar con Cristo. Vamos a ir al cielo para tener comunión con Dios; porque el cielo no es cielo, si Dios no está ahí. David dijo en el Sal 49:15 “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo”. Me llevará con Él. Pablo agregó en 2ª Cor 5:8 “pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. Allá lo veremos cara a cara; acá no podemos ver a Dios, nadie ha visto a Dios jamás con el ojo físico.

Aunque es cierto que lo vemos con el corazón, obrando a través de las circunstancias, lo vemos a través de la providencia, a través del obrar del Espíritu Santo; pero cuando lleguemos al cielo lo vamos a ver cara a cara. Dice 1ª Cor 13:12 “Ahora vemos por espejo, obscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Los creyentes de todas las épocas tuvieron un vivo deseo por encontrarse con el Señor, mire lo que dijo Job en Job 19:26-27 “Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; 27 Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí”. Dice el Sal 16:11 “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”. Me concederás la alegría de tu presencia y el placer de vivir contigo para siempre, eso dice.

Hermano, comencemos a ver el cielo; donde está nuestro Salvador, nuestra herencia, está nuestro tesoro y el resto de nuestra familia. Nos encontraremos con los personajes bíblicos, y va a ser una experiencia maravillosa. Nos encontraremos con aquellas personas que son amigos y familiares cristianos, que hoy están en la presencia del Señor. Pero todos esos encuentros van a quedar eclipsados cuando veamos cara a cara a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nada va a ser más emocionante que encontrarse con Jesús en el cielo. El enfoque principal de ir al cielo es siempre, el estar con Jesús, con Dios.

¿Puede ser algo más sorprendente que eso? SÍ, ¿Y qué es? Que nosotros seamos tan indiferentes a su amor, a su deseo de tener intimidad con nosotros. Dios entregó a su Hijo y su Hijo entregó su vida para llevarnos al cielo y tener comunión con Él. Pero ese deseo de Dios de que nosotros vayamos al cielo, le costó mucho. No es simplemente un anhelo y nosotros estamos en el cielo; el anhelo de Dios para estar con nosotros le costó mucho. Porque Dios tuvo que entregar a su único Hijo y su único Hijo tuvo que entregar su vida. Hermano, y nosotros no lo valoramos; Dios estuvo dispuesto de hacer semejante sacrificio para que ud y yo estemos con Él por toda la eternidad, pero ¿Qué clase de sacrificio estamos dispuestos a hacer nosotros para tener a Dios con nosotros acá en la tierra? Si no estamos dispuestos a levantarnos cada día un rato antes para estar con Él.

Asombra la ingratitud de los cristianos, yo incluido. El Señor nos invita a ser parte de su familia, a sentarnos con Él a la mesa y disfrutar de su presencia, de su amistad, de su intimidad acá y allá. Y nosotros no lo valoramos, permanecemos impávidos frente a tamaña invitación a tener intimidad con Dios. Preferimos cualquier cosa que esta vida nos ofrezca, antes que responder al llamado de Dios. Cualquier cosa que se interponga en nuestro camino, que pertenezca a éste mundo, parece ser mejor que estar con Dios, que responder al llamado de intimidad que Dios nos está haciendo.

¿Sabe por qué razón se ha desvanecido desde los pulpitos y de la literatura cristiana, el tema del cielo? Porque estamos enamorados de éste mundo. Cuantas más comodidades tenemos en éste mundo, menos pensamos en el cielo. Cuanto más nos ofrece éste mundo menos queremos ir a la próxima vida, al cielo. Estamos enamorados de éste mundo, y si el cielo le emociona menos que lo que esta vida le ofrece, entonces está idolatrando a éste mundo pasajero y maldecido. Está buscando en el lugar equivocado hermano, se está conformando con menos de lo que Dios quiere para su vida.

La ingratitud de los cristianos es la cosa más asombrosa para mí, en esta tierra. Asombra que Jesús haya pedido que todos los cristianos estemos en el cielo, me asombra que Jesús le pida al Padre que nosotros estemos con Él y tengamos intimidad con Él, asombra que Él haya hecho semejante sacrificio mientras nosotros, de brazos cruzados, caminando silbando bajito por esta vida, enamorados de las cosas que nos ofrece éste mundo.

Cualquier cosa es más importante y nos saca del lugar secreto y de la carpa del encuentro. Hermano, ¿De qué amor estamos hablando? Dios dio a su Hijo, su Hijo dio su vida y nosotros, ¿Qué estamos dispuestos a hacer por nuestro Señor y Salvador Jesucristo? ¿Hay algo que sea más asombroso que la ingratitud de todos nosotros? Hermano, Dios ha orado por nosotros y nos espera en el cielo, hagamos algo para demostrarle a Dios que nos importa, para demostrarle a Dios que estamos agradecidos por semejante sacrificio.

Nos hemos convertido en peritos contadores del servicio a Dios: “El mes pasado yo estuve e hice algo para Dios”, “hace como cuatro meses fui a la vigilia, hace tres meses ayuné”. ¡¡¡Hermano!!! Ahora sí, queremos la bendición al menor costo posible y estamos regateando la bendición de Dios, como cuando vamos a comprar y negociamos rebaja de precio. Y después nos acordamos de Él, cuando oramos por un hijo enfermo o por nuestro matrimonio. ¡¡¡Qué ingratos somos con nuestro Señor, hermano!!! ¿Qué otra prueba necesitamos de su amor? ¡Mire que prueba de amor que Dios hizo por nosotros, al entregar a su Hijo y su Hijo al entregar su vida!

Aunque creo que hay algo aún, más asombroso que esto todavía. ¿Qué puede ser más sombroso que la ingratitud de los cristianos? El menosprecio del llamado de Dios. Hemos sido llamados a servir a Dios; El Rey de reyes, Señor de señores, Creador de todas las cosas, nos ha invitado a servir para Él; ¿Puede haber un privilegio más grande que ese? Sin embargo para muchos creyentes cualquier cosa se interpone en su camino de servicio. Se puso de novio, se puso de novia, ahora está casado, ahora tiene un hijo, ahora lo ascendieron en el trabajo y chau servicio a Dios. Y muchos dejan el servicio por mucho menos que eso. No hay nada más asombroso que el desprecio que le hacemos a Dios, por habernos llamado a servirlo. Cualquier cosa que se interponga en nuestro camino y que pertenezca a esta vida, ya nos saca de nuestro servicio a Dios.

Ahora, los pastores no son inmunes a esto. Especialmente en el tiempo de elecciones, en el que involucrarse o aspirar a un cargo político, parece ser más atractivo que el ministerio. Porque la tentación de la oferta extraordinaria que el mundo nos hace no es solo para la gente de la iglesia, en esto también son vulnerables los pastores, misioneros y la gente que trabaja tiempo completo para el Señor.

Ocupar un cargo político para esas personas, que han sido llamadas por Dios al ministerio, parece que es más seductor. Y están dispuestos a compartir su tiempo, sus energías y sus dones con un cargo de acá abajo.

No dudo que haya creyentes que han sido llamados por Dios a involucrarse en la política, lo creo. Y lo creo, precisamente, porque han sido llamados por Dios. Pero pastores que han sido llamados por Dios a rendir sus vidas, como todos los creyentes, que estén dispuestos a canjear lo más precioso que es el llamado de Dios a servirlo a Él, es lo que más asombra.

Historia: Una vez la reina de Inglaterra le ofreció al predicador Charles Spurgeon, en el siglo XIX, un cargo en su gobierno. Le dijo al pastor: “deje el pastorado y venga a ejercer un cargo en mi país, sea mi mano derecha”. Entonces el pastor le respondió: “Le agradezco la oportunidad que me está dando, pero no puedo bajar de puesto”. A lo que la reina le dijo: “Ud está loco, ¿Cómo va a comparar un pastorado con una cancillería en mi país?” Y el pastor le manda una carta diciendo: “Tiene razón mi reina, estaría loco si lo comparara, porque el cargo que ud me ofrece es de éste mundo y tiene fin; pero el llamado que recibí de Dios, viene del cielo y tiene galardones eternos; me quedo con el pastorado y sigo sirviendo a Dios”.

Timoteo era un joven pastor que estaba en el ministerio, que había sido llamado por Dios y Pablo le dijo en 2ª Tim 2:4 “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. O sea, no te enredes en los asuntos de esta vida, porque eso no agradaría al que te tomó por soldado. El soldado no se involucra en cuestiones de la vida civil, porque se dedica por completo a la vida militar.

De la misma manera hermano, pastores y gente llamada por Dios, les digo que la batalla del reino demanda completa dedicación. Basta de menospreciar el llamado de Dios. No hay nada que sea más importante, que dedicar nuestra vida a servir a Dios. No hay nada que nos enaltezca y que honre más a Dios, que nosotros respondamos al llamado de Dios a servirlo acá y a servirlo allá en el cielo, por toda la eternidad. ¡¡¡Hermano, sirva a Dios y nunca se va a arrepentir!!!
Comenzamos con una pregunta y terminamos con una pregunta, ¿Qué cosas le dan satisfacción en ésta vida? ¿Ropa nueva, auto nuevo, trabajo nuevo, reconocimiento, vacaciones, tener una familia? ¿Qué es lo que realmente lo llena en esta vida?

El hombre conforme al corazón de Dios, tenía una sola cosa que lo llenaba, que lo satisfacía. Dice David en el Sal 17:15 “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. El anhelo de David era Dios, encontrarse con Él. Su pasión, su deleite, su todo, era Dios allá y su todo era Dios acá en la tierra. Dice el Sal 27:4 “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”. Lo que está diciendo es “lo único que anhelo es estar en tu presencia acá y cuando despierte, te voy a ver cara a cara y voy a quedar satisfecho.

Escuche, estamos hablando de un hombre que lo tenía todo, que lo había probado todo, que era el rey, que tenía todas las posesiones, que tenía todo lo que la vida le podía ofrecer; y él dijo: “lo único que me satisface es ver a Dios cara a cara en el cielo y acá una sola cosa pido y persigo, contemplar la hermosura de tu presencia, la hermosura del Señor”.
¿Qué es lo que le satisface hermano, lo que lo llena? ¿No cree que como cristianos debemos empezar a revaluar nuestras prioridades y poner a Dios en primer lugar en nuestra vida? Y de alguna manera pequeñita demostrarle a Dios que tan tamaño sacrificio, para que nosotros estemos con Él, nos importa. Él es lo más importante de nuestra vida, de nuestro hogar. Valoremos todo lo que Él nos da acá abajo, pero que nada esté en primer lugar, que nada nos estorbe en nuestro crecimiento espiritual y que nada nos estorbe, en nuestro servicio a Él. Ni el auto nuevo, ni el hijo, ni la familia, ni el trabajo, ni el ascenso, que nada nos estorbe, para que Dios esté siempre en primer lugar en nuestra vida.

¡¡¡Cuando Dios esté en primer lugar en nuestra vida, todo lo demás, teniéndolo a Dios lo tenemos todo!!!

Amén.

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