RELATOS #2 | Mi definición de dolor

Hoy quiero contaros como me sentí aquella noche donde empezó todo:

Primero noté como algo dentro de mi se había roto, como cuando te cae un vaso lleno de agua al suelo. Cae mientras lo estás viendo y no te está dando tiempo a evitarlo, te salpica durante el viaje al suelo y cierras los ojos para prepararte ante el impacto, un acto reflejo. Y se cae haciendo un ruido seco y a la vez largo e intermitente. Escuchas el golpe contra el suelo y luego, a lo lejos, pequeños trocitos de cristal que se golpean contra el suelo, rebotando y esparciendose por todos lados.

Abres los ojos y te das cuenta que aun tienes la mano abierta, estás inmóvil y rodeada de cristales y agua. Quieres moverte y en el primer paso con los pies desnudos te clavas varios de los trocitos sintiendo cada uno de ellos. Unos se clavan más profundamente que otros y cuando bajas la vista para observar el dolor empiezas a ver como el agua se tiñe del rojo de tu sangre. Es entonces cuando lo piensas, tal vez habría otro camino. Pero vuelves a pisar sobre cristales rotos mientras el dolor aumenta cada vez más.

Así fue mi dolor, profundo, agudo y cayendo lentamente por dentro de mi pecho hasta el estómago, estrellándose y haciéndose añicos.

Primero fue la cabeza, se desconectó de mi pensamiento y mi razonamiento, se fue a otro sitio donde todo era oscuridad y dolor. Recuerdo aquel sitio con extremo detalle, como si hubiese ido alli físicamente. Recuerdo que no podía moverme de allí aunque quería, era un espacio negro muy amplio y sin fondo, recuerdo como se inundó mi alma de pensamientos negativos, como sentí que me estaba muriendo en vida. En ese instante, porque la primera vez sólo duró un instante, pasaron como destellos de fuegos artificiales palabras cómo el suicidio. Y aunque era una opción tentadora dejarme ir, yo quería vivir.

Cuando volví al mundo físico el dolor era más fuerte todavía , había inundado mi pecho y sentía que me faltaba el aire. Exploté y empecé a llorar sin consuelo posible, me dejé llevar por el dolor y me empezaron a temblar las manos a una velocidad preocupante. Recuerdo como miraba mis manos y trataba de esconderlas de mi misma para no verlas porque en mi vuelta del subsconsciente y la oscuridad había traído conmigo pensamientos como el de quitarme la vida y la idea me hizo perder la cordura. Me tire al suelo y apoyé la espalda en la pared mientras recogía las piernas para poder meter la cabeza entre las rodillas y rodear mi cuerpo con mis brazos. Mi vida era insultante y patética en ese momento. Lloré, lloré tanto que acabé tumbada de lado en el suelo porque me pesaba todo el cuerpo, sentía que no podía moverme porque pesaba toneladas. Y fue a más, comenzaron los gritos y las suplicas de ayuda porque en lo más profundo de mi, en el espacio de esperanza y luz que quedaba, notaba que quería vivir y que sola no iba a poder lograrlo pero allí no había nadie y el dolor era cada vez más fuerte.

Es triste pero el dolor podía conmigo, estabamos librando una batalla y sin duda iba ganando él.

De repente pararon las lágrimas y pude incorporarme para sentarme nuevamente con la espalda en la pared. Me decía a mi misma que respirase profundamente y con cuidado. Era muy difícil porque en alguna inspiración volvía a salir el dolor y comenzaban los sollozos por lo que tenía que volver a empezar y autocontrolarme demasiado. Pero terminé por controlar la respiración y con ello el dolor del pecho, me sentía igual de rota pero orgullosa. Ya sólo faltaba expulsar esa oscuridad de mi misma, de lo mas profundo de mi cuerpo y de mi ser.

Aunque cuando ya parecía que lo había conseguido, vino algo peor. Además del dolor, se había quedado conmigo algo maligno, algo difícil de explicar pero que conseguía dominarme y aun así me levanté entre lágrimas y temblores para lavarme la cara. Me miré en el espejo y vi mis ojos, hinchados, agrietados y rotos de dolor pero negros por completo. Sin ningún matiz de color y sin vida, malignos. Sólo encontre profundidad en aquella mirada a mi interior, una profundidad en la que daba miedo sumergirse. Apreté las manos con fuerza y noté un objeto en una de ellas, busqué en el espejo esa mano y me asusté cuando vi que era un cuchillo. Recuerdo que pensaba que no podía más y que quería morirme, cuanto antes mejor. Así que levante el cuchillo y probé a marcar mi piel con un pequeño corte en las venas de la muñeca. Me dolió, un espasmo físico hizo que dejase caer el cuchillo al suelo. Tragué saliva y entendí que a partir de ese dia, aquello tan oscuro y maligno, fuera lo que fuese iba a quedarse conmigo para siempre al acecho.

Me seguía sintiendo rota, muerta de dolor y sin vida, además una fuerza oscura y peligrosa estaba creciendo dentro de mi. Algo que posiblemente no iba a poder controlar y me encontraría algún día pero al menos hoy había conseguido escapar. Sólo tenía que hacer como si nada hubiese pasado y decirle a la gente que estaba todo bien.

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