Ilusión | Capítulo I | Basco

Basco


Allí me encontraba, mirándole. Sus pasos apenas resonaban sobre el rústico piso, lo veía caminar suavemente de un lado a otro como un gato enjaulado mientras su mano se dirigía a su mentón, lo tocaba levemente y volvía a bajar a su bolsillo. Al cabo de unos minutos me miró, no pude observar algún tipo de expresión en su rostro, solo me miraba de los pies a la cabeza deteniéndose momentáneamente en mis ojos.

Dicen que los ojos son la puerta del alma.

En ese momento, su expresión cambió por completo, antes, no podía ver algún tipo de sentimiento, razón o gesto, absolutamente nada; ahora veía algo completamente diferente. Sus cejas castañas con toques rojizos se habían fruncido de manera tal que sus líneas de expresión se marcaban firmemente, sus labios dejaron de ser perfectamente curvilíneos para formarse en una línea completamente recta, sus ojos, sus soberbios ojos, empezaron a enrojecerse, cambiando ya por completo su antigua expresión. Parecía molesto, irritado, incluso se veía un atisbo de tristeza en su expresión.

Creo que le sorprendí, sus labios empezaron a temblar levemente y dio unos pasos hacia mí, se detuvo y continúo mirándome. Tal vez que no esperaba que alguien lo viese en ese estado de quietud y sobriedad. Desvié mis ojos hacía sus manos, sentí que mis piernas desfallecían al verlas encerradas en puños, reaccione y caí en cuenta que no debía estar ahí, en ese parque, junto a esos lirios, bajo la luz de la luna y las estrellas. Intentando no hacer ruido comencé a retroceder, no quería estar cerca, no quería que me mirara de esa forma.

Recordé esas líneas que una vez leí:
“Camina de espacio y finge que estás pensando en otras cosas. Canta una canción, recita un poema, ensaya alguno de tus trucos, pero camina de espacio y quizá no te siga”

Nunca iba a funcionar, ya lo tenía frente a mí. Mi brazo quedo encerrado en su mano firme, como si tuviese miedo de que escapara. Acerco su cuerpo a mí, mi corazón y respiración comenzaron a acelerarse y por primera vez en mi vida sentí su aroma, suave, seductor y fresco como la noche. Entreabrió sus labios y sentí su respiración sobre mi rostro, intenté mirarlo directamente a los ojos pero no pude, mis piernas temblaban, mis ojos se llenaban de lágrimas y mis manos estaban frías de miedo, ni siquiera podía hablar. Lo sentí acercarse a mi oído y le escuche decir algunas palabras, sin embargo, no pude descifrar lo que me decía, no sabía siquiera si hablábamos el mismo idioma, titubeé sintiendo como su mano forzaba aún más el agarre de mi brazo. Intenté separarme aun mas de él, finalmente soltó un poco mi agarre y tomó mi rostro suavemente con su mano izquierda, empecé a respirar suavemente quedando nuevamente con la misma expresión letárgica del primer momento que le vi.

Hubiese preferido no hacerlo, solo bastó un microsegundo para sentir el ardor en mi mejilla y el frescor de mi lagrima al rodar por ella.

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Fuente


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