Luna toca a la Puerta | Mi Primera Mascota

¡Hola, hola!

Hoy quiero compartirles mi historia inspirada en uno de los últimos posts de @keritroberts.

Yo siempre fui de las personas a las que no les gustaban las mascotas, no en el sentido de que tuviese algo en contra de ellas, sino que nunca me imaginé teniendo un perro o un gato bajo mi responsabilidad.

Hasta que un día, una vecina nos trajo literalmente a la puerta de la casa, una pequeña gatica blanca que había aparecido en su negocio y que al parecer no era de nadie.

Pero ya va, déjenme ponerlos en contexto, en la casa en la que yo estaba ya había un gato llamado Apolo, y un sábado desapareció, dejamos de verlo por varios días, ya Jose, su dueño (y mi novio) se estaba resignando a que tristemente no volvería a verlo…

Y fue entonces, luego de una semana y un par de días de haber perdido a Apolo, cuando esta gatica tocó la puerta, pequeña, ronca y tímida, en busca de un hogar.

Jose siendo un amante de los gatos la acogió sin pensarlo, pero en la casa no la querían y se la llevaron para regalarla a alguien más mientras nosotros no estábamos, al llegar y darnos cuenta de lo que pasaba, fue un “corre corre” para que la devolvieran, porque por supuesto ya le habíamos agarrado cariño.

¡En fin! Adoptamos a esta hermosa gatica, la llamamos Luna, esto porque es un nombre que nos pareció muy bonito y además, ella como la luna, “tiene un lado claro y un lado oscuro”, pero también representaba el complemento del vacío que había dejado Apolo, cuyo nombre hace referencia al dios del sol en la mitología griega.

Pero eso no es todo, Luna no había pasado más de dos día en casa cuando, ¿adivinen qué? Sí. Apolo regresó, lo vieron una noche caminando por la calle del frente y estábamos en shock, no sabíamos qué hacer, si no querían a la gatica ahora menos iban a querer a los dos gatos, porque hay que ser conscientes de que de alguna forma u otra eso representa un gasto económico.

Apolo había sido el “hijo” de Jose por más de un año, y por supuesto que no lo iba a dejar en la calle, así que lo llevó a casa con el miedo de que pudiese rechazar a Luna, por lo que los mantuvo en espacios separados con muy poco contacto por un par de días, mientras se sentían más o menos en confianza.

Como ven, fue un proceso de “adopción” un poco peculiar, pero yendo más allá, ha sido una experiencia completamente nueva para mí saber que un animalito está bajo mi cuidado, que está allí y me acompaña cuando la necesito, que duerme más que yo pero que también (casi) siempre está dispuesta a jugar y así juntas pasamos el tiempo.

Tener una mascota es preocuparse por su bienestar día y noche, es no poder dormir cuando se enferma y morir de la emoción cuando decide acostarse junto a ti, y es, después de todo, sentirse feliz por su mera existencia.

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