CAMINANTES

(CON TODOS RESPETO, ESTE ES UN HOMENAJE A ESOS VENEZOLANOS QUE HUYEN DE SU PAÍS)

Comencé a verlos pasar subiendo la montaña, la más alta, la imposible si no se va muy bien abrigado, desde hace un mes: son esos pobres que no tienen para viajar más que sus pies, sus penas y sus tristezas a pesar de los riesgos, ellos que prefieren morir en el intento antes que dejarse abandonar a la muerte, todo por culpa de un gobierno indolente que se burla y niega su dolor.

Los veo pasar frente a mi casa y no puedo hacer más que brindarles un plato de comida y algo de beber. Les advierto de los riesgos de subir al páramo, pero su silencio me responde lo inútil de mi ruego por salvarlos. Son tercos, decididos, casi suicidas. Marchan soñando con un futuro mejor, lejos de su patria, a la espera de que las cosas cambien y puedan regresar. Marchan con el dolor de abandonar a sus hijos, hermanos o padres con la promesa de encontrar un trabajo en lo que sea y poder enviarles algo para sobrevivir.

La dignidad es lo de menos, no quieren migajas, no esperan nada, solo ir más allá, lograr pasar el páramo, que sus pies aguanten a pesar que sus fuerzas cada día son menos y sus dolores del alma más. Nada los detiene, nada los vence, nada los fatiga a pesar de que se les ve en los ojos. Sonríen, cargan en sus mochilas esperanzas, muchas esperanzas de que es una vida mejor la que les espera al otro lado y no que todo se los arrebate el maldito frío que ataca cuando comienza anochecer. Los veo pasar, los ayudo y sólo me queda echarles la bendición mientras se alejan para perderse en el ascenso a la montaña.

Mañana a otros veré pasar, otros que sueñan lo mismo y maldigo de impotencia, de pena y coraje por tanta injusticia.
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