No es siempre ni todos los días, pero sé que está ahí, él forma parte de mí, está incrustado en mi alma y no puedo evitarlo, ya intenté todo sin éxito ni consuelo, él simplemente forma parte de mí, él no me eligió ni yo lo elegía a él, simplemente nos tocó compartir en mismo tren en éste viaje y podemos quejarnos y llorar todo lo que queramos, para nada va a cambiar.

Como dije, no siempre duele, el dolor no siempre hace daño, la mayoría de las veces permanece en la oscuridad, inmóvil, bajo un sueño profundo en el que difícilmente se puede despertar, a veces por decisión propia, otras veces simplemente porque no hay nada interesante que lo haga levantarse, pero aún así él está consciente y sabe perfectamente todo lo que hago y dejo de hacer aunque no se manifieste ni tenga los ojos abiertos.

Sin embargo hay momentos en los que se propone a hacer acto de presencia y despierta de su letargo oscuro y silencioso, es ahí cuando emerge, clavando sus garras en mi cuello, en mis hombros, se ancla a mi espalda y es apoya en mis rodillas, se fusiona con todos mis huesos, se asegura de que su presencia se haga sentir, es cuando verdaderamente hace daño y rindo tributo a su nombre: Dolor.

Él no es amigo, ni enemigo, porque tiene un propósito, enseñarme el valor de la vida, hacerme entender que hay necesidad y que debo valorar lo que tengo por mucho o poco que tenga, sin embargo le gusta clavar sus garras en mi sangre y hacerme sufrir, siempre lo he visto así, debe asegurarse de que entiendo su presencia y el por qué de su existencia.

Siempre evito despertarlo o provocarlo pero sigo viviendo mi vida al máximo, ésta es una representación física de mi dolor, espero que le haya gustado.