28/11 - Sobre enfrentar los problemas.

Soy del tipo de persona que rara vez pone en práctica lo que predica; irónicamente, si siguiera mis propios consejos todo marcharía viento en popa y, quizás, ya no podría dar buenos consejos. Aun así, no me arrepiento del curso que ha tomado mi vida. Al contrario, siento que a pesar de lo accidentado que va todo, me va excelente. Pienso –y siento– que estoy en una de las mejores etapas de mi existencia; y digo existencia, en vez de vida, porque soy partidaria de que la vida no es más que una sucesión de momentos efímeros, ligeramente entre conectados, en los cuales te descubres (o te inventas) cada día.

Sin embargo, hoy me di cuenta de algo que me resulta molesto. Tengo miedo. Mejor dicho, estoy siendo cobarde. Existe un problema que debo enfrentar y lo he estado postergando durante tanto tiempo que, sin querer, se convirtió en algo natural y rutinario; me adapté a él y a sus consecuencias por cobardía. Así que me pregunto, ¿cuántos más estarán como yo? I mean, a cuántos más les pasada (o ha pasado) que, por cobardía, han permitido que una nimiedad enturbie el caudal de su vida, que una tontería superflua atormente sus noches de luna. Porque sí, aunque suene cruel, tengo que decir que todo problema, sea de la magnitud que sea, no es más que una nimiedad o una tontería superflua. Después de todo, hay un proverbio chino sobre preocuparse por los problemas que tienen, o no, solución; ¿de qué vale?

Siempre es mejor ocuparse, en vez de preocuparse.
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Este es, precisamente, uno de los consejos que más suelo dar… y heme aquí, haciendo caso omiso a mis palabras y ahogándome en un vaso de agua.

Pero, como dice esta frase de Katzenbach que tanto me gusta y que, además, se ha ido convirtiendo en mi filosofía de vida; desde que decidí permitirle a mis emociones tomar ciertas decisiones por mí. “No puedes escribir una epopeya cuyo héroe se dé la vuelta ante las puertas del infierno.” No quiero pecar de soberbia pero una cosa es segura; en la historia de mi vida, el papel protagónico me corresponde a mí. Es por esta razón que pienso que, del mismo modo que de nada vale preocuparse por los problemas, de nada vale permitir que estos tomen las riendas de nuestra vida; que no nos roben el papel estelar porque éste es nuestro, de nadie (ni nada) más.

Luego de un par de cervezas y de meditarlo un rato; varios días, de hecho, he llegado a la siguiente conclusión:

Yo soy la heroína de esta epopeya y, hoy, decido abandonar toda esperanza al entrar por estas puertas.

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¡Muchas gracias por leer!

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