Exodo (microrrelato)

No pudo seguir adelante sin ella. Su silla no estaba preparada para una huida desenfrenada en suelo de tierra. Tuvo que convencerlos para que la dejaran atrás. No había tiempo para lágrimas ni para lamentos, ellos lo sabían. Rápidamente la apartaron de la marabunta humana y la acomodaron bajo un árbol. Pusieron un arma en su regazo; el leve contacto de sus manos y una última mirada sirvieron de despedida. Comprobó el cargador: le quedaban tres balas y el consuelo de llevarse a dos por delante.wheelchair-2322783_1920.jpg

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