Me escribes, amor, sobre el ascenso desde el alféizar de la  ventana.

Cuantos de los que no ven nada
La voz de Dios está ahí, donde no hay rastro de él.
En lencería elegante encaje.
Pero tengo mucho miedo cuando las luces se apagan.
Como cantaba el vestido blanco en la viga.
De tus palabras, de tus pensamientos.
Tan orgullosamente tendido entre las personas, olvidando el miedo.
Ceder al acantilado.
Sentiremos la muerte de las máquinas creadas.
Estamos en la luz que refleja la esencia.
Pequeñas gotas de mosaicos complejos.
Difícil de olvidar.
Ni agua temblando ni otoño invierno
Beth se convirtió en una hermosa dama
¿Cómo te veo, en qué colores?

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