Carta A Mi Maestro | Epístola

Saludos, Estimados Curadores


En esta oportunidad vengo a traerles una propuesta literaria bastante personal, una carta dirigida uno de mis maestros de la vida, mi psicoterapeuta con el cual he trabajado durante más de 4 años. Lamentablemente, como muchos profesionales venezolanos, ha partido a Colombia en búsqueda de nuevas oportunidades de trabajo. Poco lo veo ahora, y este escrito nació como un agradecimiento a él, como una especie de catarsis luego de la última sesión que tuvimos.
El arquetipo de maestro, de padre, de acompañante de la vida, trasciende más allá de un rol profesional; un profesor del liceo, un entrenador de futbol, un maestro que te enseña un instrumento, son todos ellos el mismo objeto, el mismo significante que yace en nuestro imaginario colectivo. Esa es la razón por la cual decidí compartir con ustedes este íntimo trabajo. Espero que les guste y puedan conectarse con ese arquetipo, que puedan recordar a algún maestro de su vida que, al igual que a mí, les ha ayudado a crecer y ser quienes son hoy en día. Espero que les guste, pónganse cómodos y disfruten del paseo.



Fuente




Carta a mi maestro


Recibes con tus brazos abiertos toda mi ignorancia, aprovechas mis deseos de descubrir, de aprender, de crecer como ser humano integral. Observas con agudeza los escondrijos de mi ser, identificando así mis habilidades; tomas éstas como pilares, me invitas a un procesos de transformación absoluta a pesar de las adversidades del país que siempre defines como “circunstanciales”.

Tu interés está muy alejado del materialismo, tu trabajo es transformar vidas pero el incentivo económico no es prioridad. El mayor regalo que te puedo hacer es crecer, es ver lo que me muestras sobre la palma de tus manos. Tu más deseada recompensa es la inmortalidad, es sembrar una parte de ti en mí para ser eterno. Esta semilla crece, me nutre y nutre a mis futuros hijos, nietos y allegados que abren su corazón a mis conocimientos adquiridos.

La situación del país te ha hecho tomar la decisión de alejarte de tu patria, te has ido al país vecino y sin perder tiempo has encontrado nuevos discípulos a los cuales guiar. Dichosos ellos que te tienen ahora, dichosa Colombia que recibe a un gran profesional. Sin embargo, a pesar de la dificultad del trasporte, a pesar del efectivo y la corrupción, has decidido compartir tu existencia entre estas dos tierras hermanas. No quieres dejar tu país, vas y vienes porque te atreves a decir: “yo también quiero ser parte del cambio”.

Gracias maestro por tanto, gracias por mí y por los cientos que atiendes, que al igual que yo se han beneficiado de tu conocimiento y de sus ganas de cambiar, de romper barreras inconscientes y avanzar.
Hace unos días te pude ver, nos pudimos reunir y conversar. Compartimos ideas, crecimos juntos y al final me felicitaste, me felicitaste por crecer, por hacerlo en tiempos tan duros como estos.

Las letras, esas que dan sentido a lo que vemos y esclarecen lo que somos, recorren sinuosos caminos para llegar a nuestra lengua; muchas veces llegan tarde a los eventos. ¿Te ha pasado no? A mí me pasó esa vez que nos vimos. Sonreí por tus elogios y congratulaciones, y luego de despedirnos, ya fuera del consultorio, la respuesta salió en forma de aliento y voz desde lo más profundo de mí, siendo tu ausencia y el viento los únicos que pudieron escucharla. Aprovecho entonces esta carta para darle una segunda oportunidad a las letras que se arremolinan, que se atascan e hinchan la garganta por querer y no poder salir:

Agradezco tus palabras que no son poca cosa viniendo de un ser que tantas personas conoce y ha acompañado. Tu, que sabes de memoria los laberintos de la mente, que sabes cada uno de sus callejones sin salidas, cuando agasajas un proceso de manera semejante, es porque de verdad el logro ha sido magnífico.

Recibo parte de la gloria, asumo que los avances han sido fruto de mi esfuerzo, de la renuncia al pasado y el deseo de escribir una historia nueva; cierto es que mucho he luchado para llegar a este punto. Pero también es cierto que al menos la mitad de este logro es tuyo. Sin tu guía, sin tus palabras que mueven lo más profundo de lo desconocido en mí y por mí, no hubiese sido posible todos estos avances. Por eso te devuelvo el aplauso, me pongo de pie y con palmas enrojecidas de gratitud y admiración, te felicito a tí también por lo que haces.

Es verdad lo que dices, yo hago arte dándole forma al imaginario colectivo con los sonidos que salen desde mi instrumento, pero tú también haces arte al cincelar la psique dura con la paciencia y precisión de tu verbo y mirada detallista. ¡Bravo por eso!

Espero que te vaya bien en tu regreso a Colombia, que los cursos que realices allá se desborden de éxitos. Nos vemos en junio con nuevos cuentos, nuevos caminos y retos por superar.



Hasta pronto maestro.


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