De los jóvenes perdidos y la universidad. (Relato corto)

Un pasillo solitario se desplega ante mis ojos y acude a mí la nostalgia, creo que se han entrecruzado los recuerdos de esta bella infraestructura llena de jovialidad, ruido, poesía, cine, francés e inglés con la realidad cruda de esta misma infraestructura bella pero vacía solo llena del viento, y de uno que otro joven que a medias lee un libro prestado y desgarrado.

A lo lejos alguien habla en voz alta pero el vacío es tan inmenso que el eco viaja más rápido que la luz y siento sus palabras tan tristes y desesperadas muy cerca de mi oreja; ¿Qué quedará para nosotros?, preguntaba esa persona. A mis adentros quería que otra voz saliera del cielo y con mucha fuerza e ilusión le diera una respuesta certera y buena. Pero eso no iba suceder.


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Una universidad, el recinto del conocimiento más íntegro y valiente. Pilares, profesores, salones, árboles, objetos y gente que guían al pensamiento y al despertar de la conciencia. Y ahora este recinto no alberga más que jóvenes perdidos. No digo que en el futuro o quizás ya (presente) no estén tratando de encontrarse, sin embargo la ausencia de vida estudiantil es tan grande... Que da la impresión de que todo está perdido. Si el estado no quiere colaborar a la cultura y educación, la pregunta vuelve al hombre del pasillo... ¿Qué quedará para nosotros?.

Yo, con este libro prestado y desgarrado, voy buscando un personaje de Unamuno, Augusto, y no sé si soy Augusto o soy la niebla que empaña la existencia frágil de Augusto. ¿Qué quedará para mí? Yo no quiero perderme. No. Nunca.


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Gracias siempre.

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