Confianza en uno mismo y en los demás

Se dice que no hay individuos, hay relaciones

 
No es lo mismo una persona a los ojos de un amigo que de un cónyuge o un socio. La persona es la misma, pero el otro con quien se relaciona tiene otra mirada y por tanto se establece otro vínculo. ¿Una persona es la misma si le mira su hijo que si le mira su padre? Sí y no, porque si bien el individuo es el mismo no es lo mismo estar frente a un hijo que frente a un padre.

En definitiva, la posición que ocupemos en la mirada del otro condiciona nuestra conducta y por tanto nuestra personalidad, a sus ojos. Cuando un abuelo y su nieto hablan de alguien que es, respectivamente, su hijo y su padre, hablan del mismo individuo y al mismo tiempo no hablan del mismo individuo.

Es una situación muy común encontrarse que nos sorprende que alguien nos hable mal de una persona porque nuestra experiencia —relación, vínculo— con esa misma persona es, por el contrario, satisfactoria y agradable. ¿Quién es esa persona, la agradable o la desagradable? Ninguna de las dos, simplemente ocurre que en un caso la relación que se ha establecido es positiva y en el otro caso no lo es.

Todos resultamos agradables para algunos y desagradables para otros. Por tanto, en ese sentido es acertado decir que no hay personas, hay relaciones.


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Las relaciones pueden ser negativas, neutras o positivas

 
Las negativas están marcadas por la ignorancia y desconocimiento mutuo y tienden a generar elementos tóxicos, tanto a nivel psicológico en el propio individuo, animadversión, rencor, envidia, celos…, como sociales ya que la influencia que emana de la relación negativa entre dos personas puede llegar a afectar con mucha intensidad a su entorno, un grupo de amigos, hermanos o compañeros de trabajo; o los hijos, si la relación negativa se trata de la que han establecido los padres.

Las neutras se caracterizan por la incomprensión mutua y pueden ser la antesala de las positivas si las dos partes tienen la suficiente claridad de visión para modificar el planteamiento.

Las positivas son las que tenemos con seres queridos —amigos, familia— o con quienes podrían serlo si las circunstancias así lo permitieran. Están marcadas por la generosidad y asistencia mutua, es decir, por el amor, en el grado que éste se manifieste. Son relaciones con personas a las que nos sentimos unidos, nos gusta sentirnos unidos, con quienes nos gusta compartir los buenos momentos y nos alivia poder compartir los no tan buenos.

En el plano teórico está claro para casi todos. En el plano práctico no tanto, ya que nuestra tarea consiste en conseguir que en nuestra vida las relaciones negativas se conviertan en neutras y éstas en la antesala de las positivas.

Limpiar los ríos, bosques y océanos es tan necesario como limpiar los hogares, lugares de trabajo, escuelas, centros sociales, etcétera... No en vano se dice que la vida es buena si nuestras relaciones con los demás son buenas. Por lo tanto, una sociedad puede contribuir a proporcionar una vida buena a sus integrantes si el porcentaje de relaciones negativas que hay en esa sociedad disminuye y el de las positivas aumenta.


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La creencia extendida es que existen personas que “se hacen a sí mismas”. Pero lo cierto es que nadie se hace a sí mismo. Cualquier persona necesita a los demás para tener confianza en sí misma, sin la cual, además, no podrá confiar en los demás.

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