Una barca en medio de la nada, un océano de asfalto que la acompañaba, de vez en cuando los rayitos de sol llegaban, pero el silencio del mar los asfixiaba. Pasaban los días en el altamar empedrado, a veces se divisaba una isla con prado opaco.
―Gi, jo, gi, ju ―se escuchó sin reparo, el sonido era bello y hacía un gran escándalo. Las aves decidieron retomar su vuelo, mientras la barca de los sueños se escondía entre el viento.
―Gi, jo, gi, ju ―apareció un extraño artefacto, era grande como los edificios humanos, venía pintado de graciosos tornasoles, era una ballena multicolores.
La barca emprendió la huida sin titubear, lo desconocido siempre genera ansiedad, pero la alcanzó precipitadamente, saltó sobre ella como si fuera a comerle.
Pensó que era el fin, había decidió dejarse morir, después de todo el fondo del mar no es tan malo, lo triste es que esté era de cemento grisáceo.
―Gi, jo, gi, ju ― se escuchó de nuevo, el abrazo de la ballena la había convertido, en un trasatlántico colorido.
Todo lo que se da es para recibir, pensó la barca, ahora que me pedirá la ballena fantástica.
―Gi, jo, gi, ju ―se despidió, no quería nada, porque no había hecho un favor, había compartido su mundo de color.
Siguió su camino la matizada ballena, se acercó a la playa por una palmera, la golpeó con fuerza, quería comer cocos color violeta.
En el mar de asfalto un caballito trastornado, miraba lo que estaba pasando, no había conocido nunca en su vida, una ballena tan colorida, y lo mejor de todo, que fuera haciendo el bien por la vida.
De la ballena nunca se supo nada, dicen que aparece cuando se siente tristeza encantada, lo que sí me encontré en las calles de Pasto, fue a Papá Noel ya casi llegando.
Parece que vino a abrigarse, antes de que llegue el frío andante, estuvo por algunas horas acostado, tomando el sol de las flores.