Sonríe, aunque te duela el corazón.


Como el mar, que refleja calma aparente pero sus olas van creciendo a cada minuto... 


Así he sentido como la depresión se apodera de mi. Cada día que pasa siento como la presión en el pecho crece, hasta llegar al punto de no poder respirar.  


Razones sobran; algunas soy capaz de reconocerlas, otras simplemente no sé de donde provienen o porqué están aquí. Cada una más imponente que la anterior, se aferran a mi y amenazan con llevarme hasta el fondo. 


Pero aquí sigo, en la superficie. Por algún motivo o circunstancia pataleo y lucho en contra de mis demonios. 


Ellos me ganan en número... pero no en fuerza. 


Mi voluntad es más grande. Mi luz es más poderosa que su oscuridad. 


Y sonrío, siempre lo hago. Aunque me tapen la boca e intenten hundir mi cabeza. Porque la certeza de que algún día estaré a salvo en la orilla es más grande y más poderosa que cualquier fuerza que intenta hundirme.

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