El pan de cada día: El que no tranza no avanza

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La Justicia que cogea

Hagan la película (al mejor estilo de la Ley de Herodes o te chingas o te jodes jeje), estamos en Bogotá en plena Avenida Circunvalar un jueves a las 8 de la noche, con trancón desde la universidad de los Andes hasta el Museo del Chicó. Ahí, en plena noche capitalina se encuentran, en un carro con capacidad para 5 personas, unas 7 personas que se disputan el espacio por quién puede poner la cola entera en la silla del carro, y a quién le toca subirse sobre las rodillas del otro espichado (¿siempre alguien tiene que ceder no?=...

Aquellos personajes, como si tuvieran el mal auguro de un vudú, pasan JUSTO por delante de una patrulla de policías que, en su desesperación por la insoportable levedad del ser que representan, deciden otorgarle por primera vez en el día sentido a su profesión: Hacer lo que DEBEN hacer, poner multas, cumplir el deber policivo para el cual fueron destinados.

La patrulla, que constaba de un patrullero, detiene a los estudiantes en su vehículo. Éstos no saben qué hacer, (¿cuánto vale la multa? ¿Cómo va a ser la vaca para pagarla?, etc.), entre todos los que estaban en el carro la conductora era la más insegura. Temía que la multa fuera demasiado costosa y ella estaba sin plata.

Pero la conductora no sabía, aunque lo sospechaba, el gran poder que habitaba en ella: la belleza femenina.

Y eso precisamente es lo que sí pudo observar el patrullero, pudo detallarla por la ventana de conducción y le dijo con estilacho galán: - bájese del carro señorita.

Ella temió lo peor, que la ley se CUMPLIERA, y por tanto, bajo con gran temor. A lo que el patrullero le replicó con tono indulgente: -Uy ¿cómo te llamas?, ¿estudias o trabajas?

Ella le contesto: - Estudio, estoy en quinto semestre. (lo dijo con una sonrisa coqueta y utilizando su cabello como una aguda arma cautivadora).

El patrullero le dijo: -Estas de afán?, es que nosotros tenemos que cumplir con nuestro DEBER, pero es que estoy tan ABURRIDO. (Lo dijo con un tono aún más relajado).

La señorita sabía que aunque tuviera un afán muy vinculante debía permanecer ahí FINGIENDO disfrutar de la compañía del buen hombre. También sabia lo poderoso que pueden ser las palabras aduladoras para aquellos que han perdido todo tipo de esperanza, y en ese orden de ideas le dijo:

-No señor agente, aunque solo era un patrullero de bajo rango, yo no estoy para nada ocupada (Con otra sonrisa al final de la oración, aunque ya se le había convertido casi en un tic nervioso).

-Bueno señorita, aseguró el policía, usted está muy bonita, pero es que tengo mucha hambre, ud. no tiene alguito que me COMPARTA, dijo el patrullero ahora convertido en ilustre señor Agente.

  • Claro con MUCHO gusto señor agente, dijo de manera muy deferente la señorita. (Adicionándole una picada del ojo izquierdo y dándole con gran recelo un billete de 50 mil pesos)

Gracias por cooperar con la JUSTICIA señorita. Dios se lo pague. -Dijo el señor agente pasándole un papelito arrugado que decía: Llámame -Con un numero de celular Comcel.

La señorita asintió con la cabeza y se dispuso a entrar al carro, le esperaba un viaje largo hasta su casa en las afueras de Bogotá, además debía tomarse una buena ducha que limpiara los remordimientos subrepticios que le podían aquejar por la noche.

Y así termino el día de los estudiantes y de los patrulleros... juntos cometieron un delito (Codigo Penal Cohecho propio por parte del “Señor Agente”(Articulo 141) y además se cometió un cohecho por dar y ofrecer de parte de la señorita (articulo 143). Pero ambos se fueron contentos para sus casas diciendo: Esto solo pasa en Colombia, ¡soy muy de buenas!, el país donde se puede torcer la suerte.

Muchas gracias por su apoyo

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