Leer las obras de Ionesco despierta en mi un extraño sentimiento de triunviro troglodita que apenas comienza a notar la existencia de un cerebro en la cabezota: me despierta con un par de bofetadas presentando el ahora voraz e indignante del homosapien.
Admiro la dramaturgia de Ionesco y su alocado absurdo. Por eso, después de leerlo, he querido rendirle un homenaje personal con este dibujo a lápiz en el reverso de una hoja de mi libreta.