El amor es tan ciego que……
Cuenta la historia, de un zamuro corpulento, negro, feo, maloliente, que vio a lo lejos a una hermosa palomita, toda delicada ella, reluciente y coqueta. Aquel zamuro quedo impregnado y dijo, “hay, ahí está lo que andaba buscando”, y la silbó. Estaba junto a él otro zamuro y este le dijo en tono de burla, jah, ya parece que te hará caso esa palomita, acaso no la ves? Es delicada y hermosa, y tú, un bicho feo y hediondo. Y este dijo, ya verás..
El zamuro entabló un plan, dispuesto a ganarse el corazón de la paloma. Empezó a rondarla poco a poco, y muy discretamente le hablaba y esta no contestaba nada. Pasado los días, el feo zamuro no se daba por vencido y un día le dijo, con hermosas palabras que estaba enamorado, que la quería para él, que era lo que estaba esperando, a lo que la paloma contestó, estás loco! Tú, un zamuro feo, hediondo, que come desperdicios y cosas podridas. Y yo, delicada y hermosa, que solo como piedritas brillantes, Crees que me voy a fijar en ti? Y el zamuro responde, acaso crees que yo no puedo ser igual que tú? Yo también puedo ser así, por ti, yo dejaría de comer desperdicios y cosas podridas, y empezaría a comer solo piedritas contigo. La palomita no dijo más y el zamuro echó a andar su plan. Se mantenía cerca de ella todo el tiempo, a donde iba ella iba él, empezó a comer como ella, a comportarse como ella, a hablar como ella y la palomita estaba encantada, deslumbrada por el cambio de su admirador, que todos los días le decía cosas bonitas, y estaba atento, la cuidaba y se dedicó a ser como ella, hasta que esta cayó.
Después de un tiempo, y al ver que ya había conseguido lo que quería, se la llevo, y no a lugares que ella acostumbraba si no, a los tiraderos de basura, a donde él pertenecía. Esta sin poder hacer nada, pues cada vez que intentaba volar, el samuro, sintiéndose superior, daba un salto y caía sobre ella, diciéndole con feas palabras,” tu eres mía”, y ahora perteneces a mi mundo, olvídate de lo que eras y de lo que te dije, ya me castigaste bastante comiendo piedras y haciendo esas cosas que hacías, ahora te toca a ti, así que, a comer desperdicios y cosas podridas, como yo.
Y es que sin duda alguna, las apariencias engañan.
Hay que estar pilas, que el “amor” no nos ciegue, y nos deje ver más allá de lo que está delante de nuestros ojos.