Entre las cosas que más me gusta ver en el camino que tomo hacia el trabajo, está Parque Central, ese lugar menospreciado entre la Lecuna y la Bolívar.
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Un lugar que sin duda está deteriorado, afirmando que los años no han pasado en vano. Sin embargo, su belleza está intacta; está presente en su torre majestuosa, en los museos que lo rodean, en los peatones que no respetan la luz y en los motorizados que no respetan a nadie.
Está además, en el pasillo hacia la estación Bellas Artes, repleta de artesanos que te empapan de atenciones. En ese efímero alboroto que después de abrumarte, se desvanece a las seis de las tarde y espera reaparecer en cuanto amanezca.
Su belleza está en sus historias, en las que sabemos y las que simplemente decidimos ignorar. Está en la marca que dejó el humo abrasivo, producto del fuego que quemó FUNDARTE y en el recuerdo de sus años dorados, donde la gente apreciaba su presencia imponente.
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Su hermosura es parte de ese Valle Bipolar de Mariaca Semprún(¡click para escuchar la canción!), donde Gustavo Aguado se enamoró de un caminar y por la que el tío Simón puso arpa, cuerdas de oro y garganta:
Caracas.
¡Amigos! Estaré haciendo algunos posts que se titulen "Caracas loca" (para los que no saben Caracas es la capital de Venezuela, país y ciudad en donde vivo). Escribiré sobre algunas zonas icónicas de esta bella pero desastrosa ciudad, espero sea de su agrado.