El Porro post mortem

Saludos a todos los steemers, les cuento (para no decir les advierto) que tengo como hobbie sacudir el pensamiento de mi entorno, en este blog leerán abiertamente sobre drogas, sexo, arte, magia, depresión, histeria femenina entre otros, si se escandalizan fácilmente puede que se impresionen un poco, habiendo hecho esta advertencia los invito a leer esta historia que me recuerda cada día que la vida es agridulce, siempre.
De hecho este post es el primero de la serie Mila-gros. Momentos de la vida cotidiana donde habita al menos un poquito de magia.

En la mañana

Me preparé, tenía días planificando la paciencia indicada para ese momento, todas las mujeres saben lo desagradable que es una visita a un ginecólogo, sobre todo si es la primera vez.
La sala de espera fría y tensa como todas las demás, en realidad tenía el privilegio de recibir atención en una clínica privada y no en un hospital público, que empeoraría el panorama bastante. Finalmente pasé, todo bien, normal. El doctor me pregunta por mi ciclo menstrual y me acota que estoy ovulando, allí entendí porque en esa semana andaba tan sentimental y particularmente ese día me levanté con ganas de llorar.

La consulta terminó, ahora me tocaba ponerme en línea para cancelar los exámenes y otros aranceles, la cola duró casi dos horas. Como cuatro personas más adelante un muchacho inquieto caminaba con ansiedad de un lado a otro cual animal enjaulado, en su mano tambaleante una muestra de sangre, en la otra mano un teléfono celular por el que hablaba ocasionalmente. La gente inquieta, estresada, la conversación de rutina, los precios, la crisis la injusticia y las ganas de salir corriendo. En esos momentos es cuando más extraño la música portátil, los audífonos gloriosos. Allí esperábamos todos mientras el muchacho de la caja llamaba uno por uno para pasar la tarjeta por el punto de venta bastante caprichoso, de vez en cuando gritaba “los que vienen por seguro” en ese grupo estaba yo, así que no podía ir y venir no fuera que me tocara y perdiera mi oportunidad.

En la tarde

Me dolían las piernas, tenía hambre, adentro hacía mucho frío y afuera mucho calor, el ambiente hervía. El teléfono del muchacho ansioso suena, éste se aleja para atender, la señora de enfrente me dice que ya viene, que su amiga le hará relevo mientras tanto. Un ruido fuerte, el teléfono cayó al piso y con el, el muchacho se desploma poco a poco y sus lágrimas empiezan a salir.

“Se murió la niña” – sube la cara como intentando verle la cara a Dios.
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https://pixabay.com/es/rosa-roja-en-la-nieve-s%C3%ADmbolo-de-amor-3179984/

Sentí todo mi intestino enrollarse en la boca de mi estómago. Mi primer instinto fue tirarme al piso y llorar con él, pero recordé que tenía las hormonas en el cerebro y quizás no sería lo mejor, las personas a mí alrededor le hablaban y lo ayudaron a pararse y caminar hacia la puerta. Lo vi partir y le pedí al universo le diera fuerza y paciencia para afrontar todo lo que viene.

“¡Viste y tú no lo quisiste atender!” – increpó una señora al muchacho de la caja

“Si es verdad” respondió la multitud. El muchacho levantó la cara y confirmó que no hubiera una horda de gente viniéndosele encima y continuó pasando las tarjetas por el punto.

¿Era realmente culpa del muchacho que una niña hubiese muerto por no haber recibido la atención necesaria?
¿Es culpa del sistema que tengamos que pagar para poder recibir atención médica siendo esta un derecho humano?
Me preguntaba en silencio mientras veía un grupo de pasantes bajar sonriendo y conversando como si nada hubiera pasado, por supuesto no tenían idea de lo que todo habíamos presenciado minutos antes, y de haberlo hecho ya estarían acostumbrados como todas las personas cuyos trabajos son dentro de una institución médica para quienes la vida y la muerte son cuestión de números.

“Pero nadie se muere en la víspera”, fue la frase que utilizó mi terapista para ayudarme a sobrellevar la muerte de mi madre. “Para morirse solo hay que estar vivo” y otras frases que desarrollamos los humanos para lidiar con la rabia e inexorabilidad de la muerte.

Luego de tanto escuchar, tanto pensar, esperar y sufrir por el prójimo, la molestia en mis piernas me hizo agacharme para descansar un poco. Desde allí veía a todos los que pasaban y me miraban raro, pero para resistir uno debe aprender a ignorar. A mi derecha algo me llama la atención, volteo y veo algo que parece un cigarrillo pero sin filtro. Sólo los que sentimos amor por el cannabis, reconocemos esta figura en segundos. Miré hacia los lados y nadie me veía, con la hojita del examen acerqué dicho objeto hacia mí, lo guardé en mi cartera y me fui al baño, lo examiné y al olerlo corroboré mis sospechas. Un porro, un gran porro (Joint, blunt, cigarrillo de marihuana) pero no cualquier marihuana, creepy, la cara, la divertida, regresé a la fila, esperé un poco más, por fin pude cancelar e irme.

A la noche

Llegué a casa y encendí el joint y pensé en uno de los pasantes que iba sonriendo sacando cosas de su morral de manera descuidada, habrá sido el quien dejó caer el tesoro, pensé en el momento de emoción en que fue a buscar su fuma y no la encontró, y pensé en las veces que me ocurrió a mí.

Di gracias de estar viva, sana y consciente de lo anterior.

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Y tú ¿Quieres compartir cómo son tus días agridulces?

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