Intermitente.

La luz esta desapareciendo, la esencia, mi esencia.
Se va más rápido que una estrella fugaz en el cielo y duele más que una patada en la entrepierna.
Como una despedida dolorosa veo todos nuestros encuentros, esto es más que un cuento, es una historia de años que va en un expreso.
Cada paso duele más que el anterior.
Tengo que irme porque otros quieren mi lugar y muchos de ellos quieren luz sin saber que esto es solo oscuridad.
No saben que en este juego ella es la oferta, la apuesta, el tiro.
Y se iba disminuyendo el aceite de una lámpara que antes era la fuente para otras lámparas.
Ahora solo obtienen resultados poco positivos y por eso se alejan, ya no es productivo.
Genera un cansancio infinito parecido a la muerte.
Es un puente colgante sin colgar.
No hay algo que odie más que esas palabras lanzadas con un odio oculto, fabricadas para dañar y herir, los malos comentarios a traición y con toda la intensión de dañarte profundamente.
Odio con tantos fuerzas a esas personas que utilizan sus encantos para aprovecharse de las demás pero más odio a esas personas que no se dan cuenta que se aprovechan de ellas.
Y, repentinamente, no odiaba nada y ahora lo odio todo.
Se desgasta, sin esperanza.
¡Oh mi luz! ¡Se va mi luz!. No será la misma.
Luz de mi sendero y guía, luz casi extinta.
No me dejes, no te vayas... Mejor si, vete.
Y no vuelvas, no continúes siendo la que guía mis pasos y me hace feliz, hacía feliz a otros y los ayudaba.
¡Vamos!. Solo tengo que dejarte ir.
Ya que es imposible revivirte.
Porque cuando las lágrimas recorren tu cara dejan rastros de ellas por cada espacio recorrido y es absorbida por la piel para una nueva partida.
Adiós, mi querida.
Te necesito, te necesitaré pero ya no te forzaré para que te quedes porque ya no puedo hacerlo, no tengo fuerzas, lo siento.


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