Conduciendo camino al puerto comenzó a pensar – Seguro encuentro a alguien que me ayude, pero a mi hijo le pago 5$ dólares por el día, capaz las personas que están allí me cobraran 10 – se dijo a sí mismo – es más, al verme llegar solo me querrán cobrar 15$ todos saben que no es recomendable ir a pescar solo, se aprovecharan de mi situación. Peor aún me cobraran 20$ porque en el puerto soy conocido por pescar en grandes cantidades y por ende consigo mucho dinero, seguro me cobraran una alta cantidad.
Al llegar al puerto se baja de la camioneta molesto con todos los que estaban allí empezó a bajar sus equipos mientras un hombre se le acerca y le dice – veo que necesita ayuda señor, yo necesito trabajo que ¿aceptaría si lo ayudo? El pescador le responde – No quiero tu ayuda, eres un aprovechador – impactado por el comentario el hombre decide no decir nada e irse. Luego de pasar trabajo por subir los equipos al bote otro hombre se le acerca – señor no es recomendable que pesque solo, ¿qué le parece si trabajamos juntos? – el hombre fastidiado le contesta de muy mala manera – ERES UN LADRON CHICO, NO TE PAGARE 25$ EL DIA, ¿ESTAS LOCO? – el hombre molesto se marchó pero de igual manera le deseo suerte. El pescador se encontraba ya en el mar, decidió irse lo más alejado posible de la competencia e ir mar adentro, no podía cargar con el equipo y ya estaba cansado por haber tenido que cargarlo solo, al lanzarlo al agua el solo no pudo contener la fuerza de un cardumen de peces y estos lo halaron a él y al bote a lo más profundo, no había opción, tenía que cortar la red y perderla, eso hizo y perdió la red.
Luego de llevarse un susto y la desilusión de perder su equipo se percató de algo, con sus rabietas y lo ocupado que estaba al cargar todo el equipo el solo dejo el galón de gasolina que tenía en el auto y no se percató hasta que el tanque de la lancha marcaba que estaba vacío, no podía arrancar la lancha y estaba demasiado lejos para pedir ayuda.
Paso la noche dormido en el bote, asustado porque ese día no hubiese mar revuelto y no volteara el bote, mientras tanto pensaba – ojala mi hijo no hubiese enfermado, ojala hubiese aceptado la ayuda del hombre para cargar mi equipo y no haber olvidado el galón de gasolina, ojala hubiese contratado al hombre que se acercó a mi bote, entre él y yo podíamos con el cardumen, ni siquiera tuvo oportunidad de decirme cuanto me iba a cobrar – Al día siguiente, hambriento y con mucha sed, llego un bote con su hijo ya que se había preocupado de no ver a su padre la noche anterior, lo abrazo con toda su fuerza y para su sorpresa los hombres que acompañaban a su hijo eran los mismo que había rechazado, pidió disculpas y se prometió así mismo nunca más juzgar y sacar conjeturas de los demás.