'En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.
Tierra de alma, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva'
[Antonio Machado]
Ésta, la última estrofa del poema 'Recuerdos', la escribió Antonio Machado en el tren en el que regresaba a Andalucía con el corazón partido. Era abril de 1913, y apenas habían transcurrido algunos meses desde la muerte de Leonor. En lo que se refiere a mis recuerdos, reconozco que apenas conocía ésta parte de la ciudad. Pasé junto a la iglesia de la Virgen del Espino en septiembre de 2005 cuando, de igual manera que Antonio, acompañé hasta el cementerio a un familiar que nos había dejado.
Lógicamente, entonces no caí. Pero la última vez que regresé a Soria, mientras esperaba -en vano- la apertura de las puertas de la iglesia, y volví a ver el olmo herido, aún enhiesto a pesar de la muerte junto al inmortal poema del único poeta que se acordó alguna vez de él, lo recordé: ¿por qué no visitar la tumba de Leonor?.
Resulta paradójico, pero no podría encontrar la tumba de mi familiar; y sin embargo, hallar la tumba de la primera esposa y musa de Machado resulta, después de todo, tan sencillo...
No obstante, y para asegurarme, le pregunté a un hombre con aspecto de sacerdote, que casualmente pasaba por allí. En cierto modo, tenía la esperanza de que fuera el párroco de la iglesia de Nª Sª del Espino y si así fuera, aprovechar la tesitura para que me franqueara el acceso al interior del templo. Pero no: en esa ocasión, no hubo suerte.
- Según entras por esa puerta -explicó, señalando la puerta del cementerio más cercana a la iglesia- tuerce a la izquierda. No tienes pérdida: está indicado con carteles.
Y en efecto, así es.
Posiblemente, la tumba de Leonor, sea una de las más populares -no en vano, está incluída dentro de la denominada 'Ruta de los Poetas', que pretende atraer el turismo cultural a la ciudad- y a la que más fácil se accede, podría decirse que de la gran mayoría de cementerios existentes en España.
La tumba en sí, tampoco difiere de las cientos, miles de tumbas de esos lugares donde habita el olvido, que son los cementerios, en cuyo sagrado suelo los ojos retornan a la tierra, 'cansados de mirar sin ver' -y vuelvo a citar al Maestro- y el polvo se reencuentra con el polvo en ese remolino turbulento donde la vida y la muerte se estrechan en un fuerte abrazo.
Tampoco es una tumba que destaque, ni tiene un mausoleo que la albergue. En realidad, se trata de un simple foso excavado en la tierra, situado a poniente de la iglesia de Nª Sª del Espino, al que se abraza una lápida, de un mármol blanco, diríase que afectado por los gusanos grises del tiempo, que pasa la mayor parte del día inerte entre las umbrías soledades del sol y sombra -bebida que un día fue tan popular en España como el cubalibre- que forman una curiosa frontera longitudinal y parecen reavivar con su presencia los eternos antagonismos que mantienen a los hombres prisioneros de sus conciencias.
Resulta curioso, por otra parte, observar que para ser la tumba de la Musa indiscutible de aquél 'hombre bueno', que fue el hijo de Demófilo, ningún poema, ninguna glosa, ninguna métrica destaca por debajo del nombre, a excepción de una sencilla, corta y desesperada frase: 'A Leonor Antonio'.
Y es que, a fin de cuentas, se podría pensar, cabalmente, que después de todo, la Muerte nos deja secos cuando nos presenta su jaque mate y se lleva irremediablemente a aquellos a quienes amamos.
'A Leonor Antonio'.
AVISO: publicado originalmente en mi blog SORIA SE HACE CAMINO AL ANDAR, si bien la presente versión está corregida y finalizada. Tanto el texto, como las fotografías, son de mi exclusiva propiedad intelectual. La entrada original, donde se puede comprobar la autoría de juancar347, la pueden encontrar en la siguiente dirección: https://juancar347.blogspot.com/2009/03/visitando-la-tumba-de-leonor-el-olmo.html
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