Vidas Mágicas e Inquisición: la Dama Azul de Ágreda (Segunda Parte)

Hay quien sostiene, y yo así lo creo, que en ocasiones la realidad es mucho más sombrosa que la ficción. Posiblemente de esta creencia se sirviera el poeta surrealista Paul Elouard –primer marido de Helena Deluvina Diakonnov, la posterior Gala: amante, musa, sacerdotisa y mujer de Salvador Dalí- cuando afirmó, rotundamente, aquello de: hay otros mundos, pero están en éste. Y es de suponer –permítanme que divague- que algo similar andaba barruntando la mente de Julio Cortázar, cuando fue capaz de hacernos dar la vuelta al día en ochenta mundos, dejando en entredicho aquellos otros ochenta días que emplearon los personajes de Julio Verne para dar la vuelta a un mundo, que no es otro que el suyo, el mío y aunque parezca increíble, por lo que se pretende narrar a continuación, también el de Sor María Jesús de Ágreda.
CONVAR397.jpg
Para hacernos una idea de las proporciones metafísicas que están a punto de suceder, es necesario alejarnos convenientemente de los tempestuosos vientos que se abaten sobre la Corte de Felipe IV –con la desvinculación de Portugal de la Corona española y la destitución del Conde Duque de Olivares- y remontarnos –siquiera sea, echando mano de esa portentosa máquina del tiempo, que sin duda es la imaginación- a unos territorios muy particulares del Nuevo Mundo, donde la conquista española parecía haberse enquistado peligrosamente, si bien la fiebre del oro, trajo un mito primo hermano de Eldorado y finalmente inalcanzable como aquél, en las denominadas Siete Ciudades de Cibola: Tejas y Nuevo México. Lugares donde curiosamente, a mediados de los años 60 del siglo XX –con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, ocurrió un episodio desconcertante, envuelto en el misterio y el más alucinante delirio especulativo, como es el llamado Caso Roswell, lo que vendría a corroborar, al menos subjetivamente, que la zona ‘continúa apuntando maneras especiales’- se descubrió un auténtico tesoro hermenéutico y cultural, como así demostraron otro tipo de conquistadores, cuyos nombres engrosan todavía las cumbres más relevantes de la denominada Psiquedelia experimental: Huxley, Wasson, Graves y Castaneda, entre otros.
CONVAR393.jpg
No obstante lo dicho, y continuando con el tema, por las características de la evangelización en esa primera fase, podría suponerse que los primeros misioneros franciscanos –no puedo evitar recordar aquí, una frase que me dedicó en cierta ocasión cierto miembro del Colegio de Abogados de Almería, referente a que éstos eran los que apagaban los fuegos que los dominicos encendían- pasaron por las mismas pruebas que el Apóstol Santiago en su pseudo viaje a España, antes de tornar decapitado y en una ‘barca de piedra’, según la Inventio, pero convertido en un auténtico mito: la obstinada falta de conversos. El punto en común, además, es que encontrándose en tal tesitura, cuenta la Leyenda Dorada del Cristianismo que la Virgen se le apareció a Santiago en Cesaraugusta –la actual Zaragoza-, flotando ingrávida sobre un pilar –de ahí el nombre y el símbolo- alentándole a no desfallecer. Si bien, no hay constancia de que los aburridos y a la vez desesperados misioneros franciscanos fueran testigos de prodigios semejantes en el Nuevo Mundo, no ocurrió lo mismo con los habitantes nativos de aquellos lugares, pertenecientes, en una gran mayoría, a las etnias pueblo y anasazi. ¿Les suenan éstos últimos, de algunos episodios en los que se vieron envueltos los protagonistas de Expediente X, Mulder y Scully?.
DSCN4249.JPG
Como era de esperar, pronto comenzaron a circular leyendas entre ellos, de la aparición de una misteriosa figura femenina, ataviada con un largo manto de color azul y envuelta en un haz de luz, a la que pusieron el nombre de la Dama Azul de los Llanos, la cual, entre otras cosas, afirmaba ser una enviada de la Virgen María, que la había encargado la misión de llevar la palabra de Cristo a todos los confines de aquellas lejanas tierras. Curiosamente, entre la imaginiería animista y chamánica de estos nativos, se contaba con los ‘dioses del Rayo y del Relámpago’, denominación que muchas culturas de índole similar –incluso las clásicas- utilizaban para referirse a esa parte ‘eucarística’, ‘cuerpo’ o ‘carne’ del propio ‘dios’, que se consumía en las ceremonias más sagradas y que de ningún modo inconsecuente ha recibido siempre el acertado sobrenombre de ‘alimento de los dioses’: el hongo. Elemento menos abundante en la zona, es cierto, que debería ‘sustituirse’, sin embargo, por otros potentes psicotrópicos no menos interesantes y efectivos, como son el peyote y la mescalina.
CONVAR558.jpg
Casual o causalmente, los nativos relataban que las apariciones de la Dama Azul venían siempre precedidas por la aparición de tormentas con gran aparato eléctrico –parece ser que éste fue también el origen del accidente de la ‘nave’ supuestamente estrellada en Roswell- y al menos en la antigüedad clásica europea, se afirmaba que la proliferación de hongos se veía producía precedida de las tormentas y como es sabido, al menos después de la lluvia, suelen brotar de la tierra con los primeros días de sol. Veraz parece, así mismo, la sorpresa de los franciscanos al observar cómo numerosos nativos se acercaban a las misiones, mostrando no sólo un conocimiento, por rudimentario que fuera de la religión cristiana, sino solicitando, además, ser bautizados.
CONVAR561.jpg
La cuestión –llegados a este punto, donde la Fe y la Razón vuelven otra vez a la carga, una vez superada la tregua que decorosamente se habían concedido- es que una vez comprobada la ‘identidad’ de la Dama Azul, el misterio –experto transformista- es como una ostra que se cierra obstinadamente para proteger la perla que custodia en su interior. No voy a sugerir que Sor María Jesús tomara sustancias alucinógenas, salvo que por defecto e involuntariamente, algún tipo de agente psicodélico pudiera colarse en los sobrios alimentos que tomara en el convento concepcionista del que no salió en toda su vida. Pero quizás, sí podría llamarse la atención a que ciertas facultades –a las que autores como Colin Wilson denominaban, sencillamente Facultad X- pudieran estar más latentes en personas cuya constitución física tuviera visos enfermizos, pues como ya se constatara en casi todas las culturas de la antigüedad, existía la creencia de que las personas nacidas con algún defecto físico –como la cojera- o propensas a cierto tipo de enfermedad –como la epilepsia- estaban ‘tocadas’ o contaban con el beneplácito de los dioses. Lo cual nos lleva a plantearnos una cuestión para el debate, que tocaremos en una próxima ocasión: ¿qué hay realmente, detrás del fenómeno de las apariciones?.

Notas:
(1) Sor Mª. Jesús de Ágreda, ‘Mística Ciudad de Dios’.

Primera Parte:https://steemit.com/spanish/@juancar347/vidas-magicas-e-inquisicion-la-dama-azul-de-agreda-primera-parte

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center