Vidas mágicas e Inquisición: el Marqués de Camarasa (Segunda Parte)

El marqués al que aquí se hace referencia, por lo tanto, no fue contemporáneo de la Orden del Temple, pero si de amaneramientos hablamos, pareció seguir sus huellas en cuanto a la búsqueda de otros conocimientos alternativos, viviendo alrededor de trescientos años después de la disolución de ésta, desperdigadas a los cuatro vientos las hogueras que redujeron a cenizas a su último Gran Maestre y una cincuentena o más de caballeros. Significativamente, de los pocos datos que, a priori, se pueden recuperar acerca de su persona, se sabe -y es de suponer, que aquí comienza la leyenda negra- que en 1623 estuvo preso en Compostela, acusado de practicar artes oscuras o brujería.
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Hay autores, como el periodista y escritor Piers Paul Read -conocido, principalmente, por ser el autor de ¡Viven!, la tragedia de los Andes, cuyo guión fue más tarde llevado al cine y posteriormente, por haber realizado una meritoria obra dedicada a los caballeros templarios- que opinan que fue precisamente con posterioridad al proceso realizado contra los templarios, cuando se desató una auténtica fiebre a nivel europeo por atajar la influencia del diablo -que comenzó a tener una especial relevancia a raíz del descubrimiento, durante el mismo, del enigmático ídolo Baphomet, que éstos, supuestamente, veneraban- donde tuvo un destacado, triste y a la vez sádico protagonismo, ese brazo secular, calculador y frío ejecutor de la Iglesia que, formado por dominicos, ha pasado a la Historia como el Santo Oficio o la Santa Inquisición. Un ejemplo relevante de cuartel de inquisidores en Soria, sería el magnífico monasterio de San Juan de Duero, también conocido como los Arcos de San Juan por las especiales características de su claustro.
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Sea o no certero el dato que nos proporciona Read, lo cierto es que, con posterioridad a la desaparición de la Orden del Temple, los procesos por brujería y demonolatría se sucedieron, llegando incluso algunos a ser tan sonados, como para constituir auténticos mitos de índole nacional. Tal sería el caso, por ejemplo, de las brujas de Zugarramurdi, en Navarra; las brujas de Trasmoz, en Aragón y las populares brujas sorianas de Barahona, aunque en el caso de éstas últimas, se detectan ciertas reservas históricas entre los historiadores sobre la veracidad de su existencia, aunque como las otras, y dado que todavía se conservan los restos de lo que bien pudo ser un menhir, al que se denomina la Piedra de las Brujas, bien pudieran haber existido, hasta tiempos relativamente modernos, residuos de antiguos cultos a la fertilidad y a la figura de la Diosa Madre, demonizados aunque posteriormente readaptados a las populares romerías.
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Es de suponer –y regresamos con el personaje que nos ocupa- que dada la relevancia nobiliaria del marqués, el castigo, a pesar de todo, no fuera excesivamente duro y se limitara, tan sólo, a un periodo de internamiento y a una multa o estipendio proporcional, que compensara su juego de seducción con el lado marginal del absolutismo divino. A tal respecto, un detalle de la mencionada relevancia de la familia, podemos hallarlo en la provincia de Jaén, de donde los Marqueses de Camarasa ostentaban el título, y ejercían en consecuencia, de Señores de Jimena, teniéndose constancia de su presencia al menos desde 1684, según reza una inscripción localizada en el castillo de dicha localidad, debajo de su escudo de armas, conmemorando la construcción del Molino de Pan. Molino que, dicho sea de paso, como reza una segunda inscripción, de 1699, ‘porque nadie en Jimena podía hacer un horno ni molino sino él, porque suyo era el privilegio’ (2).
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No sería descabellado pensar, llegados a éste punto, que en gracia y aprovechamiento de tales privilegios, el marqués dejara evidencia de sus aficiones, de manera que, aunque a la vista de todos, tan sólo los iniciados tuvieran acceso al auténtico significado del simbolismo inherente a unas figuras a las que la gran mayoría de investigadores tienden a situar dentro del amplio abanico conceptual contenido en disciplinas alternativas, como puedan ser la Alquimia y la Astrología, pseudo-ciencias que gozaron de un gran fervor en algunos círculos de la Edad Media, hasta el punto de despertar también el interés de numerosos gobernantes. Tal sería, por ejemplo, el caso de la reina Isabel I de Inglaterra y de su astrólogo particular, el doctor John Dee (3); o la famosa corte de Federico II, importante foco de astrólogos y alquimistas -incluido también el propio Dee- e incluso Felipe II, supuestamente ‘el más católico de los reyes’, que tenía una de las mayores colecciones de obras y tratados ocultistas en la biblioteca de esa supuesta imitación del Templo de Salomón, que es el Monasterio de San Lorenzo de el Escorial.
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Volviendo sobre la supuesta Morada Filosofal que el marqués poseía en Morón de Almazán e independientemente de sus posibles alusiones heterodoxas, convendría señalar, que no pocas casas de similares características sobreviven todavía en numerosos lugares, tanto dentro como fuera de los límites de la provincia de Soria y algunas, hasta fechas relativamente recientes, lejos de ser moradas de supuestos nigromantes, constituían, por el contrario, albergues y refugios especialmente habilitados para los peregrinos. Un ejemplo de lo que digo, podemos encontrarlo en el número 21 de la calle Bajera, en Fuentestrún, pueblo soriano perteneciente al Partido Judicial de Ágreda, que sirvió para tales menesteres, pues precisamente por allí pasaba desde el siglo XII, como nos advierte una pequeña placa informativa, el antiguo Camino de Santiago. Casa que se mostrará también oportunamente, en una próxima entrada, en cuyo portal, además de mostrarse símbolos afines a la aventura jacobea, se detecta también algún gazapo de marginalidad, no carente de interés.
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En cuanto a esa aparente marginalidad anexa a los símbolos que decoran por fuera la fachada de la que fuera casa en Morón de Almazán del Marqués de Camarasa, posiblemente existan referencias alternativas en los antiguos tratados medievales –entiéndase grimorios, bestiarios, textos ocultistas y alquímicos- que puedan ayudar a comprender su metafórico significado –dejando aparte la presencia de la vieira santiaguista, que puede indicar una posible función de albergue en algún momento de su historia- explicando la presencia, sui generis, de unos elementos tan sorprendentes como un lapita o centauro-sagitario que vuelve la mirada hacia poniente; una fiera con aspecto de león, cara de demonio y cuernos de buey, que complementan la figura precisamente de ese animal, el cuál, lamiendo -¿venerando?- una media luna, permanece sobre el dintel de la puerta principal y recuerda la asociación lunar y por consiguiente, la figura de la Diosa Madre –ya que se ha introducido el tema del Camino de Santiago, no olvidemos la leyenda de la llegada de los restos del Apóstol y el episodio de los toros de la reina Lupa-, elementos, en el caso de los cuernos y su forma de media luna –habrá que tener en mente, así mismo, los antiguos calendarios lunares- posteriormente ‘heredados’ por una relevante figura del Cristianismo: la Inmaculada Concepción.

Notas:

(2) Para mayor información, se recomienda la lectura del libro de Adela Casado Labrador, con prólogo de Manuel Gila Puertas, ‘El cementerio de propiedad particular de la Villa de Jimena’, Documentos Históricos Andaluces, año 2000.
(3) Aparte del famoso espejo negro, que se conserva en el Museo Británico, el doctor John Dee trabajaba también con un complicado sistema de adivinación que, supuestamente dictado por los ángeles en sesiones mediúmnicas llevadas a cabo con su colaborador, un granuja y aventurero conocido como Edward Kelley, implicaba el uso del denominado lenguaje enoquiano, o la lengua primordial utilizada por Adán y Eva en el Paraíso.

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