Se le informa a los señores usuarios que motivado a una falla, el sistema presenta retrasos: un día cualquiera en el Metro de Caracas


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Hoy desperté temprano. Voy con prisa a hacerme unos exámenes de sangre...Tengo que estar a las 8am y debo salir de mi casa mínimo una hora antes para agarrar un tren, de lo contrario no estaré a tiempo. Y eso que la estación a la que me dirijo no está tan lejos.

Empiezo a compadecer a los que viven en las afueras de la ciudad y tienen que hacer esto todos los días.

Entro al metro y enseguida advierto el gentío que me acompaña. Es hora pico (aunque ahora todas las horas lo son) porque en este momento del día es cuando la mayoría de los empleados caraqueños aborda el transporte público para llegar a su trabajo.

Desde hace un tiempo está todo peor, porque la hiperinflación nos carcome, nos hace más pobres. Un pasaje en camioneta, bus o como lo quieran llamar, es poco rentable para la mayoría. Además, el metro es gratis, no hay papel para imprimir boletos, así que el flujo de usuarios desborda la capacidad para la que fue pensado este transporte.

En fin, llego al andén y espero el tren que se demora alrededor de 5 minutos...Pero parecen 20. En medio del calor tremendo y la gente, ser paciente es toda una hazaña. Al fin veo las luces que indican que está por llegar y, como en automático, las personas que se encuentran de primeras para abordar se ponen como en guardia: colocan sus bolsos y carteras hacia adelante, los sujetan con fuerza, se aglomeran en donde creen que estará la puerta y se preparan para...¿batallar?

El tren se detiene y abre las puertas. Algunos de los primeros que están por entrar al tren aún recuerdan que son seres humanos y tratan de hacerse a un lado para dejar salir a las personas que luchan desde adentro del tren para bajarse en la estación, pero con el temor de quedarse por fuera, no terminan de esperar y enseguida empiezan a empujar para meterse como sea.

Mientras tanto, observo aquel espectáculo desde la mitad de la cola para entrar. No hay casi espacio en el vagón y me tocará esperar de nuevo otro tren...En éste sí logro montarme, pero como todos quieren entrar, empujan con fuerza y la persona que tengo atrás termina clavándome el brazo en la espalda.

-Disculpa mi niña- es lo que oigo -es que me están empujando-.

Para variar, el tren no tiene casi aire y doy gracias a Dios porque tengo agua en la cartera y porque me pude comer algo. -Cualquiera que se sienta un poquito mal y no tenga nada en el estómago se desmaya- pienso.


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-¡Buen día mi gente, compra tus chupetas Fresy Pop y barrilete de menta barato!- grita un buhonero que intenta desplazarse por el vagón a pesar de que la gente casi no puede moverse.

Bueeeeno...Al menos iba mejor que la vez aquella que entraron todos a la fuerza y tumbaron a un señor mayor o aquella en la que íbamos tan pegados unos de otros que me estornudaron en el brazo, o aquella en la que no dejaban salir a una señora con su bebé.

Faltan tan sólo dos estaciones para llegar a mi destino y por los parlantes del tren se escucha lo siguiente: se le informa a los señores usuarios que motivado a una falla en el sistema, el mismo presenta retrasos. Se recomienda tomar medidas preventivas.

-¡Maldito Maduro!- grita un señor desde algún lado del vagón. Y estoy segura que muchos le hacen coro mentalmente.

Al final, llego a mi destino empapada de sudor y con mal genio. A mi derecha una publicidad que dice: "reimpulsamos el Metro para ti", al frente: las escaleras mecánicas no sirven...

Mi mente termina recordando con cierta gracia al señor del vagón mientras salgo apurada de la estación.

Esto va a cambiar, me repito. Sí que va a cambiar, pero ¿cuando?


Como siempre, agradezco tu lectura. Si quieres ver más de mis artículos por aquí te dejo algunos:


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