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Luego de aquel estruendo la sala se vio sumida en un silencio ensordecedor, se miraban unos a otros esperando que alguno de ellos pudiera intervenir para intentar explicar lo que acababa de suceder, pero el tiempo pasaba y la explicación no llegaba, Carlos caminó despacio a la ventana de la cabaña donde se hallaban y quedó petrificado al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sus piernas perdieron fuerza y fue necesario estirar las manos buscando de donde sostenerse, apenas alcanzó sujetar una de las manijas de la ventana que amargamente le mostraba el trágico desenlace que ahora iban a tener sus vacaciones de grupo.

Toda la semana, Carlos y su grupo habían estado planeando un viaje a las montañas nevadas, necesitaban desprenderse un tiempo de los problemas de la ciudad y decidieron rentar una cabaña entre 5 estudiantes, Marta se había encargado de todos los procedimientos necesarios para rentar la cabaña, por lo tanto, María sería la encargada de cocinar durante todo el fin de semana, no sólo porque fuera buena para eso, sino porque la fama de mala cocinera que tenía Marta, la acompañaba a todos lados y los otros chicos alegaban que no querían morir intoxicados por la comida de Marta, Jessica era la menos integrada al grupo, era una chica con una personalidad muy extraña, no hablaba mucho pero siempre parecía estar un paso delante de todos, tenía una capacidad de razonamiento que resultaba fascinante para cualquiera, a pesar de eso, no tenía muchos amigos, pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo, y era dueña de una impresionante colección de libros, de los cuales la mayoría resultaban totalmente incomprensibles para sus compañeros, Juan era el típico chico que siempre busca ser el alma de la fiesta, a veces gracioso, a veces estúpido, pero de muy buen corazón, y finalmente Carlos, era el amargado del grupo, desde el principio se negó a ir, alegaba múltiples razones, trabajo, estudios, pero Marta se las ingenió para pedirle un permiso en el trabajo y buscar la semana en que tenían unos días libres de clases, sin embargo, Carlos no deseaba ir, lo repetía constantemente con los comentarios sarcásticos que le caracterizaban.

El viernes en la noche después de llegar a la cabaña, se dividieron los cuartos, aunque siendo jóvenes no tenían planeado dormir demasiado, se dedicaron a conversar acerca de infinidad de temas, algunos juegos de mesa hicieron presencia hasta que a las 2:37 de la madrugada escucharon un ruido muy fuerte; se escuchaba venir desde lejos, pensaron en un tornado tal vez, pero en una región montañosa no sería muy común, además el día no había dejado indicios de alguna posible tormenta y el servicio meteorológico había pronosticado una noche despejada y con un cielo repleto de estrellas, no obstante, el fuerte sonido seguía acercándose lentamente hasta que lo oyeron pasar velozmente sobre ellos – ¡Era un avión! – gritó Marta – Que susto nos ha dado – alegó Juan, mientras se dibujaba en su rostro una temerosa sonrisa, pero Carlos seguía intranquilo – ¿No iba volando muy bajo? ¿Es normal que pase entre estas montañas? – mientras Carlos pensaba todo eso sin alcanzar a decir nada para no intranquilizar a los otros se escuchó un fuerte estruendo en lo alto de la montaña, eso definitivamente no era nada normal; Luego de aquel estruendo la sala se vio sumida en un silencio ensordecedor, se miraban unos a otros esperando que alguno de ellos pudiera intervenir para intentar explicar lo que acababa de suceder, pero el tiempo pasaba y la explicación no llegaba, Carlos caminó despacio a la ventana de la cabaña donde se hallaban y quedó petrificado al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sus piernas perdieron fuerza y fue necesario estirar las manos buscando de donde sostenerse, apenas alcanzó sujetar una de las manijas de la ventana que amargamente le mostraba el trágico desenlace que ahora iban a tener sus vacaciones de grupo, el reloj sobre la ventana marcaba las 2:38 am. Bajo el reloj, Carlos estaba totalmente petrificado, por lo que todos acudieron a ver lo que estaba sucediendo, María impresionada soltó la taza de chocolate caliente que llevaba en sus manos, la cual se esparció en el piso llenando los pies de los otros a los que pareció no molestarles, estaban demasiado preocupados por lo que veían en la ventana y sus nervios no sintieron el chocolate caerles, estaban todos en silencio hasta que un grito de Jessica rompió la calma y los despertó a todos del letargo en que se hallaban sumidos.

Indudablemente el avión se había estrellado en lo alto de la montaña, pero eso no era el problema, el fuerte impacto del avión había desencadenado una avalancha que se dirigía indetenible a la cabaña, no había esperanza o salvación posible, el gran torrente de nieve se acercaba muy de prisa mientras todos seguían mirando por la ventana sin tener idea de qué hacer, Jessica parecía ser la única que podía moverse, empujó a los otros para apartarlos de la ventana, sin embargo sus esfuerzo había sido insuficiente, Carlos no había podido reaccionar para despegarse de la ventana, el primer impacto de la avalancha contra la cabaña rompió la ventana incrustando varios pedazos por todo el cuerpo de Carlos que salió disparado hacia atrás, seguido de una nube blanca de finos cristales de nieve, Marta y María rompieron a gritar seguidas de Juan quien alcanzó a gritar más fuerte que ellas dos juntas, Jessica por su parte, miraba hacia todos lados buscando de dónde sostenerse o dónde protegerse, aunque parecía no servir de nada ningún esfuerzo, el peso de la avalancha y la potencia que llevaba comenzaba a mover la cabaña, el techo comenzó a ceder – ¡¡Vengan!! – gritó Jessica mientras tomaba por la mano a María para ponerse a salvo bajo el marco de la puerta, en ese momento el techo cedió completamente quedando Marta y Juan completamente sepultados, María, había sido empujada hacia el marco de la puerta por Jessica quien lamentablemente no había sido tan rápida como esperaba ser, el cuerpo de Jessica había sido golpeado levemente, pero un golpe en la cabeza la había fulminado en su intento de escapar después de salvar a María, quien permanecía aferrada al marco de la puerta con los ojos brutalmente cerrados mientras el reloj en el piso acusaba las 2:40 am.

Al día siguiente la guardia forestal encontró a María, aún aferrada al marco de la puerta, mientras iban desenterrando uno a uno los cuerpos de sus compañeros en lo que quedaba de la cabaña, y para María, ese escape de grupo le había dejado sin lugar a dudas, un recuerdo que jamás podría olvidar.

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