En la Patagonia es frecuente encontrar estos pequeños arroyos que traen agua de deshielo o simplemente de lluvia desde lo alto de las montañas.
Es agua clara, limpia, generalmente muy fría.
Sigue un ciclo que se repite desde tiempos remotos, trae más agua en primavera y luego va decreciendo su caudal hasta que se convierte en solo un chorrillo o en ocasiones se secan totalmente y solo es posible adivinar su presencia mirando las piedras. Su agua es volcada en ríos o lagos y siempre terminan en el mar.
Ver y escuchar el sonido de uno de estos arroyos lleva a una relajación increíble y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta.
A menos que algunos amigos chistosos quiebren el mágico momento.
Héctor Gugliermo
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