Cuando el Rostro Importa (Silvio Loreto, 2018) | Serie Fotográfica

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Durante el 2017, Venezuela fue escenario de diversas protestas, especialmente en su capital. A un año de estas, sigue siendo interesante preguntarse qué representaron las oleadas de fotógrafos que salieron a cubrir estas protestas, no para iniciar una caza de brujas –sin fin- en la que se señale quién hacía una verdadera labor documental y quién no, eso depende del juicio de cada uno, sino para reconocer (identificar) que hubo y hay una necesidad de percibir parte de la realidad, pero por ciertos factores, se hace a distancia (de lejos).

A propósito de lo mencionado con anterioridad, @sophiakovalski escribió el artículo Fotografiar el dolor ajeno | Reflexiones en el que se enuncia el conflicto de los fotógrafos y las protestas, basándose en interrogantes establecidas por Sontag (2004) sobre la fotografía documental, sino me equivoco.

A pesar de apasionarme la fotografía documental, no cubrí ni un solo día de las protestas. Sin embargo, por el testimonio de compañeros fotógrafos que sí lo hicieron, más las creaciones artísticas que se vieron por las redes sociales a partir de ese acontecimiento, podemos intuir que hubo un despertar más o menos colectivo de la necesidad de expresar algo. A pesar de haber sido un momento triste -de parte y parte-, se manifestaron diversas necesidades interiores mediante múltiples medios artísticos.

Saturado por aquel deslave de imágenes, me sentí emocionalmente afligido durante varias semanas. Revisé el material documental que ya tenía, en el que encontré algunos retratos de niños que me conmovieron. Para ese momento, en la Universidad, tuvimos un acercamiento a las intervenciones digitales, en el que revisamos teorías que lo sustentan y lo legitiman. Un día, motivado por una necesidad interior que se fusionaba con las ganas de hacer una intervención digital de una de mis fotos, eliminé el rostro de una niña en photoshop, mejor dicho, lo vacié, rellenando ese espacio hueco con su entorno, o sea, una continuación de las escaleras en las que se encontraba.

Contemplé el resultado e inmediatamente me hice ciertas interrogantes ¿Es justo que esa niña viva en condiciones tan desfavorables? ¿Normalizará la basura, el deterioro y la soledad cuando crezca? Toqué la llaga, comparé esta primera foto con algunos recuerdos de mi niñez. Este no fue el entorno en el que crecí…

Posteriormente quise hacer una serie fotográfica con la misma temática. Por casualidad, mi amiga @sophiakovalski me ayudó a la estructuración de la base teórica de la misma, prestándome alguno de sus conocimientos de antropología.

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Creo que el entorno es fundamental para el desarrollo de nuestra personalidad, especialmente en un niño, y como en la actualidad algunas personas tienen la posibilidad de construir entornos mediante lo que se ve en un dispositivo digital, estas consideraciones pueden ampliarse. Las imágenes que vemos al caminar por la calle (los ojos como el medio para percibir un entorno tangible) o en la pantalla de nuestro celular o computadora (la fotografía como medio para percibir el entorno de una manera virtual), refuerzan ciertas premisas que se han desarrollado en nuestra mente constantemente. ¿Cómo afecta este entorno a los niños de nuestro país, en especial para los más desprotegidos? En la actualidad, esa última interrogante se hace más dolorosa.

Al estar parcialmente imposibilitados por coexistir con nuestro entorno tangible en plenitud, en momentos de zozobra (como las protestas), las ganas de crear, representar o congelar la imagen se aumentan considerablemente para consuelo de la mente creadora y de la mente observadora, ya que, estas nuevas visiones nos permiten reinterpretar la realidad que conocemos.

A casi un año de la creación de estas intervenciones fotográficas, siento cómo mi mente se va ofuscando cada vez más producto de la atmósfera de "paz, paz y paz", frase muy popular en la boca de NM, que al sol de hoy no sé si se refiera a la paz de tranquilidad o a la onomatopeya de unos golpes: ¡paz, paz y paz! Con la diferencia de que esta vez no me he sentido con ánimos de crear nada (al menos de manera consciente).

Además, hace un año me preocupaba la cantidad de niños que se estaban criando en la calle, bajo una cola por comida o trabajando como vendedores ambulantes en vez de recibir educación escolar. Hoy se agregan nuevos pesares que prefiero no mencionar.


Mi intención con esta serie Cuando el Rostro Importa (2017), es alimentar la preocupación por los infantes no solo de Venezuela, sino de cada región del mundo, ya que, los avances tecnológicos o la calidad de vida no representan el bien sobre un mal total (que vendría siendo la pobreza), cada caso posee inconvenientes específicos que deben ser atendidos bajo distintos criterios. La invitación es a ver y a pensar, a partir de una realidad alterada en la que se elimina la identidad de las personas está definida por el entorno que lo rodea.

Las diferencias entre la fecha expuesta en el título del artículo (2018) y la primera muestra de la serie (2017) son distintos porque lo novedoso de esta presentación es el texto que la acompaña, refrescado e inédito.

Sin más nada que decir, los dejo con lo que fue la primera muestra que realicé sobre esta serie. Algunas fotografías se han perdido, por lo que toca rehacerlas. El concepto ya está sobre la mesa, solo me falta tiempo y determinación para seguir trabajando.

Cada una de las fotografías utilizadas en este post fue hecha y editada por mí.

©Silvio Loreto


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