Carlitos vive pensando ser la persona más buena y amable, se siente de lo mejor, su único y más anhelado fin es ser aprobado por Dios. Es muy educado, de vez en cuando da a los pobres en la calle y presta dinero a sus amigos, piensa estar lográndolo.
Lástima que en sus muchas “buenas acciones” hay gran hipocresía, así hasta hoy solo ha logrado alimentar su ego, aunque él no se percate de ello, son hechos vacíos, porque no tienen amor.
Una vez alguien intentó decírselo, pero hizo caso omiso, haciéndose sabio en su propia opinión, Carlitos se endureció.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” es el mandato, allí se resume la perfecta ley de Dios.
Tristemente a él se le pasó por alto y en vez de ser aprobado, ha venido a ser aborrecible y desechado.
No seas como Carlitos, llena tus buenas obras de amor.