Una forma emergente de creer: La Corte malandra

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Existe en la actualidad una propensión social a expresar las creencias de una manera diferente a los que los sociólogos y antropólogos consideran tradicional. Estas formas nuevas, o relativamente nuevas, de creencias se inscriben siempre en la necesidad antropológica de entender (de controlar) la realidad.

Hoy voy a dejar, para su apreciación, la expresión de una manera de responder ante un requerimiento de protección física (exigencia imperativa, por su vital importancia) con un conjunto de creencias, ideas que se conformaron como respuesta a un estado de crisis en el que las instituciones sociales se muestran incapaces de proporcionar el sentimiento de seguridad.

Es posible que el conjunto de creencias que hoy presento hiera, o moleste, algunas sensibilidades religiosas, y que incite a calificar a los creyentes de esta nueva forma religiosa de una u otra manera. Sugiero practicar la tolerancia ante lo diferente, si así fuera, porque lo cierto es que el fenómeno existe y adquiere cada vez nuevos adeptos. Cualquiera que preste atención puede encontrar esta forma religiosa alrededor, en las calles de las ciudades venezolanas.

Las explicaciones teóricas para explicar el fenómeno serían largas, por lo que en esta ocasión las omitiré, limitándome a presentar la fenomenología de esta manera de creer.

Comenzaré diciendo que el sustrato religioso de los americanos es variado y que las creencias espiritistas son una parte fundamental en él, el culto a los muertos, a las ánimas, es un ejemplo suficiente para refrescar este hecho. Dentro de esta clasificación de las creencias religiosas, las definidas en el espiritismo, ubico el culto a la Corte malandra.

Desde hace cierto tiempo y en la actualidad, los espíritus más llamados para invocar protección son los espíritus de un grupo de delincuentes caídos en enfrentamientos entre bandas o frente a la fuerza policíaca. Estos infractores, reconocidos como una categoría de “seres de luz”, son conocidos como integrantes deLa corte malandra; sus espíritus expiarían sus pecados y delitos en la tierra intercediendo, en los escenarios que manejaron en vida, para resguardar la seguridad de sus fieles. Se les invoca, por ejemplo, para salir ilesos de un atraco, o para perpetrarlo sin consecuencias, para seguir con vida en las anárquicas cárceles venezolanas o para solicitar protección ante secuestros y otras formas de extorsión.

La corte malandra está integrada totalmente por los espíritus de jóvenes citadinos. Al contrario de otras cortes espiritistas donde la adscripción a características étnicas (como ocurre por ejemplo con la Corte negra, la Corte india y la Corte histórica; todas pertenecientes al universo mitológico del culto a María Lionza en Venezuela) los factores etarios y geográficos son aquí lo importante. De manera que las funciones específicas de la corte malandra están definidas por el principio mágico de simpatía entre los semejantes.

Se les invoca para proteger a los jóvenes, para alejarlos de las malas compañías, de la vida delictiva, de los encuentros con la policía, etc. Los espíritus de los integrantes de la corte malandra ofrecen recomendaciones sobre vocabulario y vestimenta a los jóvenes para que busquen diferenciarse del aspecto del malandro, para que se mantengan en los liceos y universidades y defiendan y protejan a sus mayores.

El espíritu más "resaltante" en la Corte malandra es Ismael, quien fuera asaltante de bancos, con una reputación de haber matado a muchas personas, pero que a la vez tenía fama de dar a los pobres del producto de sus fechorías y de proteger a sus vecinos de otros asaltantes y malhechores. Alrededor de su figura se ha configurado una novísima mitología -aunque solidaria del mito de Robin Hood- cuyos elementos simbólicos provienen de la cotidianidad citadina contemporánea.

Su imagen representa a un joven que usa una gorra de medio lado, gafas oscuras, camisas de colores estridentes, en ocasiones algunas imágenes lo representan con camisas estampadas con hojas de marihuana, mientras fuma cigarrillos y exhibe en su cintura un arma de fuego. En las tiendas esotéricas se encuentras figuras de yeso que lo representan en diferentes poses, al lado de su novia, montado en su moto, en todas aparece con un arma de fuego en la cintura.

Los compañeros de corte de Ismael son su novia (la niña Isabel) y cerca de una treintena de otros espíritus de delincuentes que murieron en la década de los años sesenta y están enterrados en el Cementerio General el Sur en la ciudad de Caracas; entre los más mencionados figuran El Ratón, Jhonny, Tomasito, Hilario, Luisito y William.

En las tumbas de los integrantes de la corte malandra los devotos llegan con todo tipo de peticiones -una que suele ser frecuente es solicitar protección para perpetrar asaltos- para lo cual colocan ofendas de alcohol, drogas, cigarrillos, armas de confección casera y velas de colores.

Esta corta reseña ejemplifica una manera de creer que se realiza sobre todo entre los sectores más pobres del país. La orientación de la creencia nace de un proceso de identificación social en la que, como en la mayoría de los mitos, el que cree busca similitud entre la propia vida y la de los intermediarios con las divinidades, como un mecanismo que propicie la comprensión de la necesidad, paso necesario a la concesión de los favores de ultratumba.

El tema puede ser propicio a múltiples interpretaciones y posiciones.

Agradezco su lectura, espero sus comentarios.

Las fotografías fueron tomadas con una cámara Panasonic Lumix model N°DMC-FZ4O

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