Dios, el destino y la suerte vs. nuestras decisiones

¡Hola queridos amigos!

Hoy me gustaría compartir con ustedes algunas apreciaciones sobre la vida, nuestras creencias y nuestros poderes.
Algunos otorgamos nuestro poder de decidir (lo que yo considero nuestro poder más legítimo y auténtico) a dioses, al destino, a la suerte y a todo aquello, diferente de nosotros, que represente una fuerza superior, o al menos así lo construimos en nuestros pensamientos. Tal vez sea la manera de enfrentar o esconder nuestros miedos, nuestra ignorancia, nuestra inconsciencia.

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¿Qué es un dios?

Cuando digo dios, entiéndase Dios, Alá, Buda y toda deidad que represente una religión o creencia.

Si nos adentramos en lo que predican todas y cada una de las religiones del mundo, notaremos que el mensaje principal es de paz, amor y respeto a los demás. Expresado de diferentes maneras, y de ahí que, en lo personal esté más de acuerdo con unos que con otros, pero al fin y al cabo son todos mensajes positivos.
El Cristianismo con sus diez mandamientos y la veneración de un único Dios todopoderoso.



Catedral de La Habana
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Los musulmanes, practicantes y devotos del Islam, adoran exclusivamente a Alá, ya que esta es una religión monoteísta, y el libro que los rige es el Corán.

Ahora bien, en cualquiera de los casos nos hallamos frente a una serie de ordenanzas de lo que debemos y no debemos hacer, enfocadas solo en el fin, en un objetivo respecto del prójimo, pero a nada de esto llegamos sin haber hecho antes un trabajo intenso en nuestro interior.
Me atrevo a hablar sobre el cristianismo porque es la única fe que de alguna manera he practicado (hice el catecismo hasta tomar la primera comunión).

Luego hay que sumar, obviamente, la interpretación que da cada quien a estos mensajes y el fanatismo que, a mi juicio, trasciende a la religión para convertirse en una carencia de espiritualidad disfrazada tras la repetición mecánica e inconsciente de mensajes de los que realmente, no se tiene ni idea.

Creo que no debemos ver a ningún dios como alguien diferente de nosotros, y con quien estamos si cumplimos o con quien no estamos si incumplimos. Tampoco creo que confesar nuestros pecados hincados de rodillas ante un sacerdote o en nuestra habitación hablando con el aire nos limpie el alma. Esta es la parte de supremacía, de ser superior, todopoderoso que a veces pierde a sus seguidores hacia una sumisión segadora que impide ver la idea, también cristiana, de que Dios está en cada uno de nosotros. Como tal, Dios es cada gesto bondadoso que se desprende de manera natural de cada persona para con los demás. Así pues, no creo que haya que alzar la cabeza mirando al cielo y buscar fuera, porque las respuestas están dentro, es a ese dios que realmente debemos hacer culto, es a nosotros mismos a quien debemos confesar nuestras miserias, dificultades y discordias con el fin de encontrarles la mejor solución.
Y la mejor solución, amigos, será siempre la que tomemos desde nuestro estado más consciente, porque aunque no nos lleve al lugar esperado, será, a lo peor, una lección más aprendida.

No tengo nada en contra de los practicantes que cumplen cada día y cada semana con sus oraciones, rituales, etc. Pero si después de rezar, pedir, no somos capaces de ejercer el poder de dios sobre las personas con las que interactuamos a diario, entonces ¿de qué fe, de qué espiritualidad hablamos?
En fin, que antes de rezar y pedir perdón al cielo, miremos a los ojos de quien hemos hecho daño de cualquier tipo y pidámosle perdón desde el corazón. Para hablar con nuestro Ser siempre tendremos infinidad de oportunidades, en cambio, las palabras correctas en el momento preciso a quien las necesita tienen, por lo general, muy poco margen de tiempo y de error.

Y antes de pedir al cielo fortuna, veamos qué tenemos y qué podemos hacer con ello para alcanzar nuestras metas.


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Por otro lado, me atrevo a hacer algunos comentarios sobre budismo, desde mis modestos conocimientos.

Creo que el budismo nos abre claramente las puertas a nuestro mundo interior, a lo importante de nuestra conciencia, nuestro conocimiento propio. Esta es realmente la base de todo en nuestro día de cada día, de ello depende la cadena de sucesos y acciones a la que llamamos Vida.

Por más que miremos al cielo en busca de respuestas, en busca de esa señal divina que nos abra los caminos y nos diga por dónde andar, el poder es solo nuestro.

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Por más que nos aferremos a la idea de la suerte, este efecto no nos llegará si la cadena de sucesos generados como consecuencia de nuestra toma de decisiones, no está basada en reglas y patrones de comportamiento que vayan en favor de nuestros objetivos.

El poder de decidir: nuestra bendición o crucifixión

Sea para bien o sea para mal, está en nuestras manos el poder de decidir sobre nuestras vidas. Unas veces el resultado será el esperado o incluso superior a nuestras expectativas y en otras tendremos que afrontar determinadas consecuencias no deseadas.

Al escribir estas líneas es inevitable recordar las repetidas ocasiones en que tantas personas llaman “tener suerte” a situaciones de las que se sale victorioso, y qué mala suerte cuando ocurre lo contrario.
Supongo que es más fácil llamar “suerte” a la cadena de decisiones que tuvo que tomar la otra persona, asumiendo sus riesgos y responsabilidades, que reconocer el buen tino de su esfuerzo.

Conclusiones

  • Es posible que una parte de nuestras vidas esté sujeta al predestinamiento desde el punto de vista de nuestro lugar de nacimiento por ejemplo. Convengamos que no es lo mismo nacer en África, América Latina o Europa… Hay lugares en los que desafortunadamente, ya se nace “con la espada en la cabeza” y las posibilidades de cambiar la realidad son escasas e incluso ínfimas.

  • Ahora bien, no hagamos de nuestra realidad la culpable de nuestro infortunio, sino hagámonos responsables de lo que sí depende de nosotros, de lo que podemos cambiar, mejorar y aprender en pro de tomar nuestras mejores decisiones.

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Y esto ha sido todo por esta vez amigos.
Bendiciones y mucho ánimo para todos.
Hasta pronto

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