El Bardo del Fin

Cuerpos materializados, hechos para oxidar empujados por la decadencia.
Intentos fallidos por fundir los sueños con la realidad, deshacer el velo del umbral; obtener el manejo del tiempo y el espacio a merced de sus más puros o retorcidos pensamientos.
Un mar repleto de palabras y promesas obscenas, carentes del verdadero peso que ellas conllevan.
Impulsos que crean acciones y reacciones, cada una más intensa que la anterior; migas esparcidas como un camino a seguir por otros. Incluso para retornar a su punto inicial.
Mezclas dignas de la locura total, miembros y entrañas esparcidas por doquier; con tal de obtener la fusión perfecta entre miles de objetos hechos de carne, huesos y sangre.
Mundos convertidos en individualidad, hechos mente y espíritu para entrar en un vehículo corpóreo.
Bestialidad, evolución, humanidad, progreso.
Simples palabras o el significado del funcionamiento del cosmos, convertidos e internalizados al entendimiento humano.
Pozos sin fondo, superficies sin tacto, producto del desastre provocado por una colectividad insana.
Unión de los cuerpos, regreso al momento animal, ímpetu y zancadas convertidas en danza para dos.
Muerte y creación, las armas necesarias para convertir el salvajismo en amor puro.
Desfallece el ego y se crea la compasión, arden los presentes y protagonistas de aquel acto tan divino y conducto hacia el pecado original.
Uso desmedido de la fuerza y la delicadeza al tiempo y ritmo de la vida misma, puentes hacia el nacimiento; máquinas sensibles y pensantes... Esclavas de su propia fragilidad.
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