Recuerdo de una noche rojiza | Relato

 

Una vez dije que te daría una nota por cada noche.
Se nos acabaron las noches,
sin embargo faltaron notas –fragmentos de mi diario-.


Me encontraba sentada en su cama mirando mis pies, mientras intentaba decirle que esa podría ser nuestra última noche, se acercaba el día en que me marcharía de la ciudad y él ni cuenta se daba de mi presencia en el cuarto. Estaba completamente inmerso en aquel vídeo juego y yo sentía que visitaba la casa de un extraño, me invadía esa sensación que te da cuando sabes que es hora de irte. Lo triste es que suelo ser mala para las despedidas y nunca sé cuándo es hora de irme. No conozco la palabra irse cuando todo se resume a lo que me llena.


No entiendo por que a muchos se les hace fácil irse de mi vida, mientras yo llevo conmigo el dolor como recordatorio de que fue real, de que en algún momento fuimos más, mucho más que un sueño prófugo de una madrugada, más que un par tontos que decían que se amaban. Terminó la partida y volteó a mirarme algo molesto, creo que mayormente por el hecho de que había perdido.

-Vamos a dormir un rato -dijo algo cansado.
Nos acostamos y al fin conseguí decir alguna palabra.
-Creo que ya es hora de irme a mi ciudad, así que puede que nos queden pocas noches.
-No digas eso, sabes que puedes quedarte todo el tiempo que quieras -dijo de forma seria, como si no quisiera hablar del tema.

La renta de mi apartamento había vencido, así que ya no había espacio ahí para mí y al parecer tampoco lo había en aquel cuarto donde pasé innumerables momentos y donde ahora me encontraba.

Eran alrededor de las 6 de la tarde cuando decidimos tomar la siesta; el cielo ya estaba algo gris y hacia frío, dormí tan plácida al lado de su pecho que de no haber sido por el ruido del teléfono que nos despertó, hubiese pasado de largo hasta el día siguiente. Al despertar noté que el cielo estaba oscuro y algo rojizo, no sé por que pero el ambiente me hizo sentir triste. Entonces él colgó de forma obstinada la llamada con su mamá. Lo poco que pude escuchar era la voz de su madre recordándole que al terminar el semestre el también debía volver a su ciudad.



Guardó silencio absoluto mientras miraba el techo, creo que era inminente el hecho de que cada uno tomaría su camino y solo podía ver el reflejo de su pecho y su cara preocupada que mostraba la luz del faro de la calle.

-No me quiero ir -dijo de forma entrecortada-. Abrázame.

Le abracé como nunca, le abracé como si ese momento se perpetuase para siempre en mi mente. El tan sólo extrañaría la ciudad.

Yo extrañaría recorrerla juntos.


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